XXIX

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           —En el tren —susurra Frank, abrazando a Danger desde los hombros—. Siempre en el tren.

—Siempre —asiente la castaña, recibiendo el apretón del mayor. Con un suspiro se aleja de ella para pegar nuevamente la espalda a una de las paredes del vagón y su mano va a entrelazar la pequeña.

Se lo dijo muchas veces, pero nunca está demás repetírselo. Deben mantenerse siempre sobre ese tren y tener cuidado de no caer, porque sino el resultado no sería un secreto. Sube la vista para encontrar a Gerard frente a él, se sonríen y eso le tranquiliza. El transmitirse seguridad a través de miradas se convirtió en algo esencial, está seguro de que Gerard no estar ahí manteniéndole el contacto visual, perdería la razón antes de siquiera poner un pie fuera de ese vagón.

En la misión más jodida que se han visto; sienten la presión de que nada puede salir mal. Subirán a un tren en movimiento, combatirán obstáculos que desconocen para así poder avanzar y presionar un botón que está en el otro extremo del tren cuando, eventualmente, luces a su alrededor se tornen verdes entre la espesa neblina, y eso deberá ser suficiente para desactivar la bomba.

Si dan un paso en falso corren el riesgo de caerse del tren, como también la bomba puede hacer explosión y llevárselos por el medio. La mano tatuada se aferra a la de Danger con firmeza. No evita dejar un beso en su dorso en un gesto protector y ella le regala un estirón de comisuras, dejando el costado de su cabeza caer en el brazo del mayor. Entonces él vuelve su mirada a Gerard, y suspira pesadamente cuando es momento de salir del vagón. El tren se detiene para dejarlos subir al techo, el frío se les incrusta en la piel y la vista es borrosa por la densa neblina. Avanzan con duda. La superficie es levemente encorvada a los lados y está resbalosa. Mantenerse estables será una de las partes más jodidas, y lo sabe porque cuando el tren vuelve a moverse Frances se tambalea.

La pelinegra logra tomar el brazo de Iero a tiempo. Frank la sostiene contra sí y le da una mirada, ambos pulsos se han acelerado y ella luce aterrada. A medida que el tren avanza pierde a sus demás compañeros de vista, pero las manos de Frances continúan rodeando su brazo.

— ¿Qué es eso? —murmura Matt. Todos van a por lo que el rubio menciona, y casi pueden sentir sus alientos detenerse al observar figuras acercándose a lo lejos.

— ¿Los del otro grupo? —pregunta Mikey frunciendo el ceño— Pensé que no tendríamos que enfrentarlos ésta vez.

—No... —jadea Billie— No son ellos.

—Son Pasamontañas —afirma Frank, sintiendo un escalofrío inmediato cuando su líder asiente.

Los nervios y el terror toman lugar entre ellos. Les dijeron que sería la misión más difícil porque enfrentarían obstáculos que posiblemente no han enfrentado antes... Pero nunca les dijeron que uno de esos obstáculos serían los tipos que los metieron en esa mierda. Se acercan y ellos deben correr en esa dirección, no hay camino a sus espaldas porque están al final del tren, y si se asoman a tientas; ninguno puede observar el gran abismo, pero saben que está ahí y que está esperando por ellos.

Así que cada quien toma un gran respiro, ajustan sus armas, y tanto el cielo como sus golpes comienzan a llover.

El ambiente le recuerda a la primera misión, esa a la que Danger no asistió porque Billie no se lo permitió y en la que la primera víctima resultó ser Hayley. Sigue escuchando los llantos de Lindsey, y quisiera no seguir haciéndolo. Pero la pelinegra es una mujer fuerte, es preciosa, y podría decir que aprecia a Danger tanto como Gerard y él hacen, o tanto como todos hacen. Y le deja ver todo eso con el golpe que le proporciona a uno de los tipos con Pasamontañas, quitando antes a Danger del camino y deteniéndose a mirar cómo la figura desaparece, consiguiendo retomar el camino junto a la menor entre el espacio que comienza a verse estrecho.

stealers game › frerardWhere stories live. Discover now