XXXIV

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  —Dormir por las tardes es una mierda —piensa Danger.

Su cuerpo se siente pesado y descompuesto, tanto su cuello como sus hombros y cabeza punzan en dolor, y cada aliento que suelta es un fuerte escozor a su pecho. Se siente nauseabunda y parándose de la cama, corre en dirección al baño escaleras abajo; teniendo la suerte para el culo cuando tropieza acabando por vomitar cerca de la mesa del comedor. Tose con completo asco, no es más que bilis lo que se extiende lentamente sobre el suelo arenoso. La garganta le arde y lágrimas se escapan, pero parece que nadie la escucha, porque nadie llega a por ella. Viendo manchas de colores al parpadear, consigue ponerse nuevamente de pie, una mano apoyada del barandal de la escalera para estabilizar su mareo y evitar tropezarse de nuevo.

Esta vez logra hacer su camino hasta el baño. El estómago le duele, agudamente. Un gemido de queja escapa de su garganta, algo más similar a un sollozo ahogado. No recuerda la última vez que comió algo, o cuándo Frank dejó de insistirle que lo hiciera. Él ya no lo hace más. De hecho, ¿cuándo fue la última vez que hablaron? ¿Siquiera Frank seguía en el almacén? ¿Siquiera Frank seguía vivo? Danger no lo sabe, pero decide ya no pensarlo. Después de todo, ella siempre estaba dormida o pudriéndose, y si no era así, entonces Frank estaba lo suficientemente ocupado haciendo lo que sea como para prestarle atención.

Y Will... Ni siquiera Lindsey o Matt estaban a su pendiente. ¿Y para qué estarlo, de todos modos? Nadie está en la obligación de cuidarla o de preocuparse por ella, ellos no eran Rafael. Si tiene hambre, bien puede pararse e ir a prepararse un maldito sándwich. Ni que le hubiesen cortado las manos o las piernas en una de las misiones, tenía que dejar de ser tan pendeja.

Tambaleándose se adentra a una de las duchas, y aunque procuró llevar una toalla consigo, no se molesta en remover sus prendas de ropa en el momento. Deja que el agua recorra su cuerpo, haciéndole estremecer casi con brusquedad, pero sobre todo haciéndole respirar. Es normal que la fiebre la ataque de tal forma, ya se acostumbró. Aun así no había reparado en lo mucho que necesitó algo de agua pura regenerándola.

Es cuando sus prendas comienzan a esparcirse por la blanca cerámica, despojándose desde su camisa sucia hasta sus anchos pantalones que ya cumplieron su función de abrigarla, demasiado, realmente. Sus piernas están calientes y la sensación del agua helada le trae una comodidad increíble, su piel se eriza y desliza la espalda por la pared hasta sentarse en el suelo. La corriente de agua cayendo sobre ella y sus rodillas pegadas de pecho.

Escucha una voz proveniente de afuera, alguien que se acaba de adentrar a los baños. Su instinto la lleva a cerrar el grifo con tonta desesperación. Regresa a su posición y guarda silencio, deseando que la gotera dejara de ser tan escandalosa. La voz de Will hace eco en las paredes, pronto el muchacho comienza a hablar pero no hay una respuesta, es como... si se estuviese respondiendo a sí mismo. No, sus palabras no concuerdan las unas con las otras. ¿Acaso está hablando por teléfono? ¿Cómo es posible? Billie no...

Respinga cuando escucha su nombre. No el apodo que Frank le dio, sino su nombre. Sale rasposo desde la garganta del castaño, y la menor cierra los ojos, clavando los dientes en su rodilla al tiempo que tiembla. Las cosas que dice Will, cómo las dice... ¿Por qué lo dice? ¿A qué se refiere? ¿Será que...?

Danger cierra los ojos, sintiendo un vacío instaurarse casi de forma inmediata en su pecho.

Cuando la voz de Will se disuelve luego de un largo rato y la puerta del baño se vuelve a cerrar, lentamente sube un brazo para girar el grifo y permitirle al agua inundarla nuevamente. Esconde la cabeza en el hueco que hace sus rodillas contra su pequeño torso, abrazándose. Entonces se ríe. Se ríe de sí misma, y de cómo a pesar de que se siente sucia y decepcionada; no está sorprendida.

stealers game › frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora