III

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Siete.

Ha contado siete amaneceres, siete atardeceres y siete anocheceres. Sabe que una semana ha pasado de estar encerrados ahí, pero no puede saber con exactitud fecha u hora. Billie lo dijo, no tendrían acceso hasta que aquellos tipos lo decidieran. Por otra parte, lo ha hablado con Ray. Está resignado y sintió su miedo aun ser palpable después de esos dos días en los que estuvo inconsciente. ¿Cómo se puede estar inconsciente por dos días en este lugar? No parece posible, pero lo es. Hasta ahora apenas si ha cruzado palabras con las personas de aquí. Todos están metidos en sus cabezas, aún sin caer en cuenta que están atrapados y que más temprano que tarde deben dirigirse la palabra.

Billie es el que habla, cumple con su trabajo, ninguno le lleva la contraria y ninguno tiene la intención. Ese día los llamó diciéndoles que luego de la cena tendrían que salir porque han anunciado la primera misión y todas éstas serían afuera, en donde sí utilizarían armas y habilidades físicas. No pidió explicación ante nada, poco importa, después de todo.

Los han llevado a una sala en donde han podido practicar por los últimos tres días, y el sentimiento de un arma entre sus manos es incómodo. No le gusta, no es lo que él hace.

Entre Ray y él se han mantenido al borde, observando calladamente. Se dio cuenta de que todos son ladrones astutos, que están aquí porque saben lo que hacen y que los tomaron a la deriva, justo como hicieron con ellos. Y que por sobre todo eso, ninguno está acostumbrado a utilizar un arma. Probablemente lo han intentado, para asustar, pero no son capaces de asesinar a una persona. Él y Ray no son capaces.

Quizás la niña de la cual todavía no se sabe nombre tampoco lo es. Luce ajena a ellos. Otras veces como si fuese a estallar y gritarles a todos. Otras como si quisiera golpearte, y otras como si sólo fuese una adolescente atrapada en un lugar desconocido con dieciocho personas desconocidas y Rafael. Que por cierto, la deja movilizarse de un lado a otro sin supervisión, pero cuando todos están reunidos en la mesa del centro donde suelen ser las comidas, vuelve a su estado posesivo.

Desea salir de ahí, no tener que verse en la obligación de hablar con todas esas personas sin razón aparente. Pero las pequeñas manos le siguen ofreciendo cosas, a veces simplemente lo hace sólo porque lo ve en apuros. No intercambian palabras, sólo han cruzado mirada tres veces en siete días y ella es la primera en apartarla. Siempre ausente.

Billie entra en la habitación con pasos pesados, comienza a repartir brazaletes a todos en la mesa. Observa a Ray del otro lado de la mesa, frente a él. Tiene al tipo que ha conocido como Kellin a su izquierda y a la niña a su derecha. Ha sido él quien ha tomado lugar a un lado de ella, de alguna manera descubrió que le trae tranquilidad. Su rostro es redondo y dulce, más de una vez se ha preguntado con qué propósito ha sido arrastrada hasta acá.

—Son rastreadores —explica Billie apoyando sus manos del extremo de la mesa—. Necesitan tenerlos siempre encima, será la única manera de saber que siguen con vida. Sus nombres aparecerán junto unas luces en la pared del fondo, si una de las luces se apaga junto a sus nombres: se habrán ido. Todos irán a esta primera misión. Niña —la apunta a su lado, Frank alza la mirada como si lo hubiesen apuntado a él—. Tú te quedas.

Ella no responde, pero en su rostro se nota su intriga.

— ¿Por qué no irá? —se atreve a preguntar, es lo que su expresión ha querido decir. Ella lo analiza con la mirada, pero no dice nada. En todo ese tiempo no les ha dirigido la palabra, ni siquiera a él. Desciende su vista hasta su plato de comida sin quitar su expresión. La ha visto vacilar también en comer, lo cual es extraño porque es de contextura gruesa. No es gorda, sólo... de contextura gruesa.

stealers game › frerardWhere stories live. Discover now