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              Cada cierto tiempo, los días se vuelven repetitivos. El silencio es tan esencial como monótono, tétrico y explícito, y los vuelve a todos víctimas procurando no dejar a nadie por fuera.

Matt cierra los ojos, suspirando pesadamente. Hay silencio. Silencio ensordecedor, casi espeluznante, pero están a plena luz de amanecer. Debe deslizarse fuera de la cama hasta caer sentado en el piso para acostarse y permitir que el frío acogedor de este lo envuelva. En las noches es un martirio, pero en el día es bastante agradable considerando que a los Pasamontañas nunca se les ocurrió ponerle cortinas a las ventanas de sus habitaciones.

Vuelve a cerrar los ojos; no hay llanto. Entonces suspira con alivio porque Danger se ha dormido y porque Lindsey dejaría de temblar en su sueño sobre uno de los sofás en la plata baja gracias al sufrimiento de la menor. Escucha pasos resonar contra el suelo, le hace abrir los ojos pero no voltea sino que se pierde en las miles de grietas en el concreto del techo. La humedad del frío se cuela y se deja llevar por ese olor a tierra mojada. Descansando ahora que la pequeña Danger se ha calmado, calmándolos a todos a su par.

Frank parpadea lentamente cuando la puerta suena, ignorando el fuerte ardor que eso le produce. Tiembla al ver a Gerard asomarse por la ranura entre la poca claridad, y cuando quiere adentrarse a la habitación que hace a sus pasos sonar, Frank vuelve a temblar llevándose el índice a su boca en señal de silencio. Gerard capta y asiente, Danger duerme plácidamente a su lado, estremeciéndose cada vez menos a medida que Morfeo va arrastrándola fuera de ahí. Pero el mayor fue a hablar con él, a sacarlo de ahí aunque fuese por diez minutos.

Frank necesita respirar, alejarse, despegarse. Probablemente desahogarse también, Gerard le dará tal oportunidad. Aun así, no muestra ningún indicio de querer dejar a Danger a pesar de que su respiración ya es pacífica. Gerard lo intenta de nuevo a través de susurros, señas y también miradas que a duras penas el tatuado corresponde, pero lo convence. Está perdido, eso le asusta. Frank no deja de ver a Danger en ningún momento, temiendo quizás el que se esfume si deja de mirar. Sólo cuando están fuera de la habitación que la puerta de madera se interpone es que Frank se limita a verlo. Lo primero que Gerard denota es su rostro hinchado y magullado, sus mejillas levemente sonrojadas y las bolsas oscuras bajo sus ojos dándole el toque cansado que los caracteriza a todos en ese lugar, incluyéndose.

El mayor toma la mano de Iero, guiándolo a la terraza con total paciencia. Como si estuviese guiando a un niño hacia su siesta de la tarde. El frío les golpea a pesar de que el sol pega con fuerza. Frank se ve tentado a preguntar por la hora, pero no le interesa demasiado así que desiste. Ese espacio al tope del edificio desprende paz para él y Gerard lo sabe, es por lo mismo que lo llevó. Han hablado poco las pasadas veinticuatro horas, a Frank sólo le interesaba consolar a Danger y él no interrumpiría, pero también notó cuando el llanto cesó y el silencio reinó. Aprovechando que no pudo dormir en toda la noche y que tampoco tenía intensiones de, fue en su búsqueda.

Totalmente neutro Frank observa el  naciente sol y luego deja caer la cabeza, exhausto. Pronto Gerard va hacia él, porque de qué sirve el querer conversar cuando puede manifestarse en acciones. La frente del menor cae sobre su hombro derecho y poco le importa que el avellana no corresponda, lo rodea con sus brazos para reconfortarlo. Se balancean por la inercia ese buen rato hasta que las manos tatuadas tantean su cintura, aferrándose primero superficialmente y entonces con urgencia. Deja de ser el hombre rudo que siempre demuestra ser para volver a esa faceta vulnerable la cual le ha visto con más frecuencia, pero no sería él quien dijese algo. A Frank no le hace falta comentarios innecesarios.

—Es injusto —susurra casi en un chillido amortiguado. Gerard cree que en cualquier momento romperá a llorar de nuevo, pero no es así, se mantiene firme contra él. La mano del pelinegro va a su cabeza, descansando ahí sin repartir caricias. Frank se estremece.

stealers game › frerardWhere stories live. Discover now