XXXIII

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             Toda su vida se dividió entre lo bueno y lo malo, en lo que hacía, cómo lo hacía, y las consecuencias que éstas acciones traían consigo. Muchas de esas veces asumía tener la culpa, Frank lo aceptaría si así tenía que hacerlo, pero no era iluso. Sin embargo, toda su ansiedad y pensamientos negativos lo arrastraron. Nunca supo cómo llegó a ese punto o cómo él y Ray obtuvieron las agallas desde un principio, pero resultó ser más fácil de lo que creyó: desde dejar el colegio, hasta faltarle el respeto a su madre, que si bien ella realmente no se daba a respetar, seguía siendo su madre. Sin importar las veces que intentase despegarse de ese hecho, Frank jamás lo haría. Al menos no de manera inconsciente.

Unas manos rodean su cintura y sonríe al reconocer su tacto sin la necesidad de darse la vuelta. Gerard apoya su mentón sobre el hombro del tatuado, quedándose absortos en un cómodo silencio hasta que Gerard decide hablar.

— ¿En qué piensas? —pregunta por lo bajo. Frank se encoje de hombros, alzando levemente la cabeza del contrario. Gerard frunce los labios— ¿Es por la reunión de hace un rato?

Frank no le contesta, mas bien deja que el silencio hable por sí solo y ruega por que el ojiverde capte esa seña. Por suerte lo hace, y le escucha murmurar un "entiendo" tras suspirar, para entonces terminar de rodearle el torso con sus brazos y hundir su nariz en el cuello tatuado. Las manos del menor van a acariciar con reconfortante parsimonia los brazos de Gerard, cubiertos por ese grueso suéter que con esfuerzo lo resguarda de la nevada tarde, y se mecen levemente de lado a lado en ese silencio que ahora bien los caracteriza mientras el avellana ve la azotea pintarse cada vez más de ese opaco blanco.

Sí, Frank piensa demasiado, pero por supuesto que Gerard no va a culparlo. Él tambien lo hace y es lo que usualmente le arrebata su sueño por las noches.

Todos están hartos. Como... Verdaderamente hartos. No es ni siquiera porque ya no soportan el verse las caras de culo todos los días, de hecho, verse y darse apoyo entre todos es probablemente la razón por la cual aun ninguno ha perdido el control absoluto de sí mismo. No pensaron en que llegarían a ser tan unidos, pero esa unión se vio en duda cuando Billie llamó a otra reunión para indicarles con desgano qué harían luego. El líder escupía fuego estando en calma y ninguno dijo nada. Les tocó asumir, porque realmente ya no queda nada más que hacer que simplemente resignarse y bajar las defensas. Rendirse nunca les fue opción, pero poco a poco e inconscientemente es a donde están llegando, y parece ser que Frank fue el segundo en percatarse de ello, porque claramente Danger fue la primera y por ende quien se lo hizo pensar. Duda al querer decírselo a Gerard, ¿lo entenderá? Él posiblemente lo hará. En ese caso prefiere quedarse callado.

Han sucedido muchas cosas entre ellos, avances más que todo. Pero siente que hablar al respecto será arruinar algo de eso, así que nuevamente calla y sólo disfruta. Es cierto eso de que "el que come callado, come dos veces". Y también es bueno recordar ese tipo de dichos en ese tipo de situaciones.

— ¿De verdad se acerca el final? —murmura Frank ladeando su cabeza para que el mayor escuche con claridad— Digo, ¿acaso escuchaste a Billie? Está..., nos estamos rindiendo.

Gerard suspira, pasando a acariciar su cintura.

—No me sorprende. Realmente. Estamos cansados, Frank. Que tú hayas vuelto a los códigos en la puerta es un progreso, y eso está bien, pero Billie se amarga más que todo porque quiere. ¿Los Pasamontañas van a matarlo? ¿Al líder? ¿A quién le darán las indicaciones para sacar de aquí a los que queden, entonces? ¿A Matt, Lindsey o Tré, en tal caso? —Frank chasquea con la lengua— No pueden matarlo, Frank. Quienes tenemos que estar preocupados somos nosotros. No sabemos a quién más se pueda tragar ese tren, pero por mi parte no voy a rendirme.

stealers game › frerardWhere stories live. Discover now