3.

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Las clases comenzaron al día siguiente y Draco pronto pudo darse cuenta de muchas cosas. Número uno, que todos en su casa aplaudían su actitud creída y que a ninguno de ellos parecía molestarle en absoluto que se portara como un cretino. Sabía de antemano que ser un Malfoy le daba ventaja sobre el resto y aquella sensación de poder le agradaba. Número, dos que la mayoría de sus amigos se encontraban con él por conveniencia y que, aunque eso no le molestaba le hacía sentir ligeramente solitario.

Como número tres podía decir que había aprendido que el profesor de pociones, Snape, parecía tenerle cierto favoritismo (al que no parecía importarle el que todos se dieran cuenta que se debía a que se trataba de su ahijado) y que, por el contrario, parecía detestar a Potter incluso más que todos los Slytherin juntos, quienes habían comenzado a tener cierta rivalidad con el pelinegro por su popularidad; juego que Draco no había seguido hasta que sus compañeros comenzaron a mirarlo extraño. Malfoy también había aprendido que tener amistad con los Gryffindor era simplemente imposible y sabía que Harry se había dado cuenta pues después de la pequeña escena en el gran comedor, Potter no había vuelto a acercarse.

Se encontraban tomando el desayuno cuando las lechuzas entraron al gran comedor y dejaron un gran paquete frente a él, su madre le había mandado bastantes dulces y una carta bastante bochornosa que decidió leer más tarde en la privacidad de su dormitorio.

—Mira —le dijo Zabini en voz muy baja—. Al tonto de Longbottom le han traído algo. —Malfoy sonrió, la verdad es que disfrutaba de molestar a los otros tanto como disfrutaba volar en su escoba.

Draco se puso de pie y en seguida Crabbe y Goyle lo siguieron con paso lento y pesado. Llegaron hasta la mesa de los Gryffindor sin que ninguno se percatara de que se habían escabullido junto a Neville quien sujetaba una recordadora que Malfoy le arrebató en cuanto tuvo la oportunidad.

En ese momento Ronald se puso de pie y miró a Harry quién pareció dudar por un momento en encarar a Draco pero finamente se puso de pie junto a su amigo, apoyándolo.

—¿Qué sucede? —preguntó la profesora McGonagall que detectaba problemas más rápido que cualquier otro profesor en el colegio.

—Malfoy me ha quitado mi recordadora, profesora.

Draco que recién había notado la presencia de Harry en la mesa no apartaba sus grises ojos de los del pelinegro.

—Sólo la miraba —respondió el rubio sin dejar de mirar a Harry quién por un momento creyó pensar que Malfoy se encontraba apenado.

Aquella situación terminó en Malfoy regresando la recordadora y en todos los Slytherin y Gryffindor de primera yendo marchando hacia los jardines, donde tendrían su primer clase de vuelo.

Durante la clase Draco no hubiera podido estar más aburrido, todas aquellas instrucciones que la profesora Hooch les había dado se las sabía de memoria y le parecía absurdo seguir con aquello cuando él quería volar y lucirse frente a todos los Gryffindor que estaban tomando la clase con ellos, incluyendo a Potter quién parecía no haber tenido ninguna escoba antes.

Pero todo se tornó mucho más divertido cuando Longbottom perdió el control de su escoba y se fracturó la muñeca, Draco, al igual que sus compañeros no pudo evitar reír.

—¿Vieron la cara que puso? —dijo Draco más para sí que para el resto, aun así los demás Slytherin soltaron una carcajada.

—¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil en tono cortante.

—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —dijo Pansy Parkinson, la mejor amiga de Draco—. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now