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El regreso a clases no pudo iniciar de manera más animada, Harry Potter había recibido de navidad una Saeta de fuego, la mejor escoba de carreras del mundo y todos parecían estar tan emocionados como el niño que vivió. Incluso los Slytherin lo estaban, pero intentaban mantenerse neutrales aunque por dentro murieran por ir a ver la escoba.

Por supuesto que todo el mundo (Incluyendo a Harry) tuvo que esperar para ver la maravillosa escoba de Potter, pues la odiosa y fastidiosa de Granger (como la llamaba Draco) sospechaba que podía estar maldita y que podía significar un peligro para Potter si se montaba en ella.

Por supuesto que Draco ya sabía que Harry había recibido aquella maravillosa escoba de manera anónima, le había escrito para contárselo y el rubio, al igual que el resto, se encontraba bastante emocionado, aunque él prefería mil veces las Nimbus.

—No puedo creer que Mione se atreviera a acusarme con McGonagall y lograra que me quitaran la escoba... —Se quejaba Harry mientras Draco revisaba su ensayo sobre pociones curativas. —El partido contra las águilas está cada vez más cerca y yo sigo sin escoba.

Draco hizo un gesto de disgusto al escuchar el sobrenombre que no pasó desapercibido por Harry y que, sin embargo, ya no se molestaba en darle importancia.

—Yo te ofrecí mi escoba —Le recordó.

—Todos sabrían que es la tuya, está muy personalizada y sería bastante extraño.

—Claro por el asunto de que somos enemigos —Malfoy sonrió, al principio no le hacía mucha gracia tener que ocultarse de la gente, pero que solo ellos supieran de su amistad los obligaba a pasar tiempo a solas y escondidos, aquello de romper reglas era algo que los Slytherin amaban y que un Gryffindor como Harry Potter no rechazaban.

Además, podía decirse que ambos disfrutaban de molestarse en público, decirse cosas que ante todos podían ser hirientes, pero que para ellos era sumamente divertido. Y siempre, al final del día, cuando se encontraba en aquel salón vacío, les gustaba reírse de sus peleas fingidas.
Ninguno de los dos sabía a ciencia cierta por que seguían con aquel juego, pero lo disfrutaban y no querían dejarlo.

—En todo caso he escuchado de Severus que McGonagall y Lupin están trabajando a la velocidad de la luz para devolvértela lo antes posible, ambos siendo Gryffindor no querrán que su casa vuelva a perder la copa, aunque eso tampoco les asegura nada, después de todo, los Slytherin no pensamos perder.

Harry soló una risa sincera y cargada de emoción.
—Muero por volver a jugar contra ti. —Le dijo con entusiasmo, Draco le devolvió la sonrisa.

—Prepara a tu noviecito, Colin Creevey, para tomar la mejor fotografía de mí tomando la snitch.

Harry se puso serio y rojo como un tomate.
—Colin no es mi novio.

—Vamos, Potter, no seas infantil, algún día tendrás que salir con alguien y Creevey está que se derrite por ti, como la Weasley o como Chang.

—¿La buscadora de Ravenclaw? —Preguntó el pelinegro, curioso.

Aquella reacción hizo que Draco levantara la ceja de manera petulante, le entregara a su amigo el pergamino con las correcciones y se pusiera de pie.

—Sí, la misma.

—¿Te vas? —Preguntó preocupado.

—Le prometí a Blaise que no llegaría tan tarde, suele esperarme despierto porque le preocupa que vayan a cacharme regresando a la sala común.

A Harry no le gustaba para nada Zabini y mucho menos la relación que tenía con Draco, eran demasiado unidos y Blaise era demasiado malo con sus amigos (y con él mismo) cómo para que le simpatizara. Pero el chico de oro simplemente se limitaba a hacer malos gestos, los cuales pensaba Draco eran sumamente tiernos.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now