23.

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Los encuentros nocturnos entre Harry y Draco no se hicieron esperar, ambos habían acordado encontrarse todos los días después del toque de queda en una de las aulas vacías del sexto piso para platicar, hacer tareas, jugar y comer dulces.
Harry, quien sin duda alguna parecía mucho más entusiasta y emocionado que Draco por su naturaleza transparente, no dejaba de sonreír como tonto y hacer bromas que solo denotaban su buen humor (humor que se le contagiaba al rubio con facilidad y que día a día le era más difícil disimular).

—Wood perdido la razón, no le importa nada más que ganar la bendita copa, claro que yo también quiero ganar y romper con la racha de los Sly... —Draco alzó una ceja, divertido, por lo que Harry había estado a punto de decir, se sentía tan cómodo con Draco que a veces olvidaba que era la mismísimo príncipe de las serpientes. —El punto es que se está volviendo loco y para peor yo no tengo ni si quiera una escoba para el partido contra Ravenclaw.

—Has tenido tiempo de sobra para encargarla ¿Por qué no lo hiciste?

—Por qué lo olvidé y a estas alturas la escoba no llegará a tiempo.

—Podría prestarte la mía —Dijo el rubio casualmente mientras se metía goma de mascar a la boca, era tan picosa que le empezó a salir humo por las orejas.

Ante aquello Harry soltó una carcajada.

—¿De verdad lo harías?

Draco se encogió de hombros mientras miraba su libro de pociones.
—No me molesta.

—¡Gracias! —Expresó el más bajito y por un momento sintió el impulso de abrazar a Draco, pero se contuvo.

Malfoy, quien había notado que la efusividad de Harry de repente se había esfumado, levantó la vista para encontrarse con los verdes orbes de Potter.
—¿Qué?

—¿Puedo abrazarte? —Preguntó con la seriedad de alguien que está preguntando si eres de fiar.

Draco pareció perplejo los primeros tres segundos, pero inmediatamente aquella expresión fue cambiada por una de diversión.
—¿Qué eres Potter, mi novio?

Harry se puso colorado de la pena y desvió su mirada hasta su libro trasformaciones.

—Por supuesto que no, Pansy ya tiene ocupado ese puesto.

Ninguno de los dos supo cómo tomar aquella frase, por una parte sonaba a reproche, por otra a que Harry estaba aclarando lo obvio. Pero Draco no pudo evitar sentirse ligeramente feliz, aunque no sabía con exactitud a lo que se debía.

—No entiendo cómo puedes ser su novio —Continuó hablando Harry al ver que Draco no contestaría. —Es mala, cruel, muy vanidosa, prepotente y malcriada... Aunque ahora que lo pienso en como tú pero en mujer.

Draco soltó una risita divertida y le arrojó a su amigo una bolita de pergamino que ya no le servía, Harry con auténticos dotes de buscador atrapó el pergamino.

—Pansy es todo eso, pero también tiene sus cosas buenas —Aclaró. —Por ejemplo, cocina muy bien y tiene un gran gusto para los regalos. De cumpleaños me regaló una camiseta del Puddlemere United autografiada por todos los jugadores y de navidad...

—Nunca respondiste mi tarjeta de navidad —Interrumpió el pelinegro de pronto, cansado de escuchar lo maravillosa que, para Draco, era Parkinson. —Ya sabes, la que venía dentro de la caja de regalo.

Draco, que hasta ese momento lo había mirado, bajó la vista de nuevo a su libro y comenzó a escribir algo en el pergamino que tenía en frente.
—Ah... Pues, es que nunca abrí el regalo —Dijo con una simpleza tal que Harry se sintió ofendido.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu