47.

30.5K 4.6K 3.9K
                                    

Draco salió de las tres escobas a paso lento e indiferente, había tomado un par de cervezas de mantequilla, había leído el periódico y le había lanzado la imperius a madame Rosmerta para asegurarse de que le entregara el collar maldito a Katie Bell a la que le lanzaría la misma imperius a través de la encargada de las tres escobas, un trabajo agotador y a la vez repugnante. Nunca le había gustado mucho la idea de usar las maldiciones imperdonables, pero había casos, como aquel, que lo requerían.

Por el bien común. Decía Dumbledore todo el tiempo.

Por supuesto que Draco sabía hacer bien su trabajo, se aseguró de no cometer el más mínimo error. Llegó temprano a Hogsmeade aquel sábado, se aseguró de encontrar sola a madame Rosmerta y la dejó bajo su influencia por horas, hasta que su víctima llegó.

Draco había decidido utilizar a Katie porque sabía que era una alumna ejemplar y nadie sospecharía de ella si llegaba con un paquete extraño al colegio después de aquella excursión y en tal caso de que alguien encontrara aquel objeto en sus manos, nadie podría culparlo.

Así que cuando vio a Bell salir con la caja del collar se fue de ahí, dispuesto a seguir con sus propios asuntos.

El collar llegaría hasta Dumbledore, quien por su puesto, estaba al tanto de lo que ocurriría gracias a Severus y entonces el anciano director pondría bajo llave aquella cosa tan desagradable y nadie, ni si quiera el Lord podría dudar que Draco lo había intentado.

Pero las cosas no siempre salen como uno quiere y el collar no fue entregado salvo y sano a Albus Dumbledore, en su lugar, Bell había tocado el collar maldito y había armado una escena a medio Hogsmeade que levantó el pánico colectivo. Muchos padres quería llevarse a sus hijos de Hogwarts, muchos estudiantes (sobre todo los más pequeños) estaban asustados y Harry Potter no hacía otra cosa más que sospechar de Draco Malfoy.

Por supuesto que aquella sospecha estaba fundamentada, Harry había visto a Malfoy en las tres escobas el día que todo pasó, lo había escuchado hablar con sus ex amigos en el tren sobre un trabajo importante para Voldemort y su actitud no ayudaba en nada a disipar estas dudas.

Para Draco esto era tan conveniente como agobiante, la idea de que Potter comenzara a tomárselo como una seria amenaza le hacía sentir terriblemente mal, pero como esto también hacía que Harry se mantuviera alejado de él (al menos los suficiente para que nadie los involucrara) representaba un alivio.

Harry Potter estaba perdiendo la cabeza, estaba seguro de que Malfoy era quién estaba detrás del ataque con el collar, tan seguro como que aun así amaba a ese maldito bastardo y aunque le doliera horrores admitirlo, no podía dejarse cegar por amor que sentía por él.

Por eso, cuando la profesora McGonagall le preguntó si sabía algo al respecto no tuvo miedo de decir lo que sabía, que antes de ingresar a clases había seguido a Malfoy hasta Borgin and Burkes donde lo habían escuchado hablar con el dependiente sobre reparar algo y comprar otra cosa. También agregó el detalle de haberlo visto en las tres escobas aquel día completamente solo.

Por supuesto que McGonagall lo había escuchado hasta al final solo para decirle que aquello era imposible, que Draco Malfoy, al igual que todos los alumnos, había sido registrado al entrar y salir del castillo y que nadie había detectado nada peligroso.

Pero Harry ya había pasado todo su quinto curso intentando convencerse de que Draco no podía ser igual que su padre, que él era diferente, que Draco en el fondo era bueno y aquello había terminado en la desilusión más grande de su vida. Prefería ver a Malfoy confesando la verdad, diciendo que él era el responsable y que si, trabajaba para Voldemort y poder ayudarlo antes de que todo se complicara y ya no hubiera vuelta de hoja, a que Draco de verdad terminara por cometer el peor error de su vida.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now