20.

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Los días pasaron para Draco entre bromas del desmayo de Potter y una absorbente Pansy que se tomaba muy en serio su papel de novia. Muchas de las chicas y chicos del instituto la miraban con odio, pues no era un gran secreto en el colegio que Draco Malfoy era casi tan amado como odiado entre los alumnos de las diferentes casas. Al contrario de lo que uno creería, Pansy no se sentía mal por ser la envidia de muchos, pues le encantaba presumir su relación con Draco y gritarlo a los cuatro vientos.
A Malfoy esto no le importaba mucho, le iba y le venía lo que la gente pensara, Pansy era una chica hermosa, de cabellos negros y ojos verdes, tez blanca y figura estilizada que con su porte lucía mucho más, además de que era de buena familia y de sangre pura. Pero lo mejor de todo era que se trataba de su mejor amiga, porque sobre todas las cosas Pansy seguía siendo eso para él.

El día jueves se encontró caminando hacia los jardines del castillo, aquellos que rodeaban la cabaña del apestoso del guardabosques que el anciano director había decidido nombrar profesor (y Draco no podía entender cómo aquella barbaridad había ocurrido).
Pero no era la clase la causante de que tuviera un gesto de total fastidio, sino el hecho de que Cuidado de Creaturas Mágicas era una de las materias que compartía con Harry Potter.

No era que él lo estuviese evitando, por supuesto que no, aquello era para cobardes. Pero cada que se encontraba cerca de Potter, el pelinegro le buscaba la mirada, se acercaba discretamente hasta él como si quisiera decirle algo y parecía tan nervioso que a él mismo terminaba por descolocarle los nervios.
Por supuesto que habían intercambiado unas cuantas burlas (o bueno, él se burlaba de Potter) y aunque en realidad las riñas eran más directamente con Wesley quién no perdía el tiempo y se proponía sacar de quicio a Draco apenas estaban a dos metros de distancia.

Llegaron hasta la cabaña del guardabosque y se quedaron esperando, Draco les contaba unas cuantas cosas a sus amigos, quienes reían por sus bromas crueles, cuando Potter apareció por el sendero acompañado de la comadreja y la sangre sucia (como siempre).

—¡Vamos, dense prisa! —gritó Hagrid a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, síganme!

Durante un desagradable instante, Harry temió que Hagrid los condujera al bosque; Harry había vivido en aquel lugar experiencias tan desagradables que nunca podría olvidarlas (como las arañas de Aragog y el encuentro con Voldemort en el cuerpo del profesor Quirrell). Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.

—¡Acérquense todos a la cerca! —gritó—. Asegúrense de tener buena visión. Lo primero que tienen que hacer es abrir los libros...

—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.

—¿Qué? —dijo Hagrid.

—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, como Harry, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.

—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado. La clase entera negó con la cabeza. —Tienen que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Miren...

Cogió el ejemplar de Hermione y desprendió el listón mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderlo, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

—¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Malfoy despectivamente—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

Draco era una persona impaciente, pero lo era aún más con aquellos como Hagrid quien parecía ser tonto por naturaleza.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorOn viuen les histories. Descobreix ara