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La noticia de que Draco Malfoy y Viktor Krum asistirían juntos al baile de navidad voló como la pólvora, todos estaban hablando de ello por el castillo, había sido tan impresionante para todos que incluso el que Pansy Parkinson y Hermione Granger fueran juntas fue algo que quedó en el olvido, nadie quería hablar de otra cosa que no fuera el príncipe de las serpientes y la promesa juvenil del quidditch.

Por ello, Harry Potter estaba más que irritado, durante el almuerzo, en las clases, la cena y definitivamente lo estaba aún más cada que veía al rubio con Krum en alguno de los jardines, pasando el tiempo juntos.
Si a ello le sumaba los sueños con Voldemort, el horrible dolor en su cicatriz de vez en cuando, los montones de tarea que les habían dejado y que no tenía ni idea de como resolver el enigma del huevo para la segunda prueba del torneo, entonces se podía decir que no, Harry Potter no podía estar en peores condiciones.

Por eso, el día del baile de navidad se levantó más irritado que nunca y ni los regalos que Ron, Hermione, Dobby, Colin, Ginny, Cedric, Remus y Sirius le mandaron lo hicieron sentir mejor, al contrario, le hicieron sentir el peso de la ausencia de el único regalo que quería recibir esa navidad, el regalo de Draco Malfoy.

No era que Harry de verdad esperara ver un regalo de Malfoy para él, no claro que no, sólo había pensado que tal vez, Draco había sido razonable por una vez en su miserable vida y que, iba a dejar de lado el enojo misterioso que había nacido en él de un día para otro, que tal vez, Draco había dejado de comportarse como un niño de once años y que tal vez, solo tal vez, había pensado en él y le regalaría aunque fuese un triste trozo de pergamino usado.

Pero no, como siempre, cada que se trataba de Draco Malfoy, Harry estaba equivocado. El rubio no le había mandado ni una gragea sabor a moco a medio comer.

Durante los pasados días, Harry se había preguntado si Draco le había dejado de hablar a causa de Krum, le parecía sumamente sospechoso que, de un día para otro, el rubio lo hubiese dejado plantado en el aula en desuso y que, después de eso, no volviera a si quiera molestarlo por los pasillos, al menos no a él, ni a sus amigos. Pero aquello no le parecía realmente lógico, es decir, Draco y Viktor podían estar saliendo pero ¿Qué tendría que ver aquello con la amistad que ellos tenían?

Sí, claro amistad. Pensó Harry. Está clarísimo que mueres por ese rubio estúpido y seguramente Krum lo notó y le pidió a Malfoy que no se acercara a ti.

Pero aquello sonaba aún más ilógico, porque Draco no era de los que se dejaban dominar por nadie. "Nadie le dice a un Malfoy lo que tiene que hacer" Le había dicho el rubio en alguna ocasión.

Harry bajó a desayunar junto con sus amigos fingiendo, una vez más, que nada malo que ocurría en su vida, que todo era perfecto y que estaba muy feliz en aquella brillante y blanca navidad.

Cuando llegaron a la mesa, el resto de sus amigos ya se encontraban comiendo entre risas y armoniosas pláticas que incluían el tema de los regalos que habían recibido y el baile que tendría lugar aquella noche.

—Escucha Harry —Le dijo Ron cuando cruzaron la puerta del comedor y comenzaron a caminar más lento. —Colin es un gran chico, es guapo y esas cosas, te quiere, se nota ¿Pero en serio tiene que sentarse en mi lugar todo el tiempo? —Señaló la mesa, Creevey estaba sentado donde Ronald siempre tomaba asiento, a la izquierda de Harry. —Desde que lo invitaste al baile no se despega de ti y ni si quiera están saliendo ¿O sí?

—Vamos, Ron, no lo molestes, Colin solo está entusiasmado, sabes que admira a Harry desde que entró a la escuela y su cariño en sincero. Deberías alegrarte por tu amigo, tiene a alguien que lo quiere de verdad. —Intervino Hermione mientras los arrastraba hacia la mesa de los leones.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now