58.

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Draco tomó su mano, apartándolo del resto, incluso de Sirius y Remus que lo mataban a besos y abrazos, aliviados de que todo hubiera salido perfectamente bien.

Harry sabía, Harry sabía que algo iba mal, pero no sabía describir exactamente qué era, por eso, en cuanto Draco se apartó de sus padres y le pidió hablar en privado no dudó ni un segundo en dejar todo para comenzar a seguirlo.

Ambos chicos consiguieron escabullirse y evadir a todos aquellos que morían de ganas de abrazarlos y besarlos por haberlos librado finalmente de Voldemort y caminaron tomados de la mano, lentamente como si tuvieran todo el tiempo del mundo.

Llegaron hasta el aula en desuso que había sido suya desde que habían comenzado a ser amigos, aquella que les había visto jugar al ajedrez y a los naipes, aquella que les había visto compartir cientos de dulces y encantamientos, aquella que les había visto compartir tareas y bromas, aquella que les había visto compartir su primer beso.

Nada más entrar el ambiente se tornó pesado, como si alguien los hubiese sumergido en arenas movedizas y Harry, al mirar a Draco supo que tal vez si, se estaban adentrando en un terreno pantanoso del que solo uno saldría.

El aula seguía como siempre, no había ni una sola marca de la batalla que se acababa de librar en el castillo, las bancas amontonadas y polvorientas seguían donde ellos la habían dejado la última vez que se habían encontrado ahí, el escritorio apenas y se veía ligeramente más gastado y la pizarra estaba tan sucia como siempre.

Draco los encaminó hasta el escritorio, como cuando tenían doce y haciendo uso de un fregotego eliminó el polvo.

Harry lo observó detenidamente, la manera en que elegantemente se sentaba sobre el escritorio, el cómo pasaba su rubio cabello, ahora sucio por la batalla, por sus dedos, tratando de arreglarlo un poco, el cómo sus grises ojos parecían bastante interesado en todo menos en él, como evadiéndolo. Lo vio tomar aire y luego expulsarlo, lo vio levantar el rostro y cuando sus ojos se encontraron lo vio sonreír, cálida y amorosamente.

Y él se quedó ahí, de pie frente a él, admirando su angelical belleza que para nada se veía arruinada por la suciedad o la sangre seca, al contrario, la incrementaba y le hacía lucir como todo un guerrero, un ángel enfundado en una armadura brillante.

Sintió las pálidas manos del rubio arrastrarlo hasta él, sujetándolo fuertemente de su camisa muggle. Y entonces se besaron, suavemente, dulce y con mucha paciencia, como si el mundo ahora les perteneciera en conjunto con el espacio el tiempo. Fue un beso húmedo y lleno de amor, un amor que se profesaban desde que tan solo tenían doce años y que parecía tan infinito, tan inagotable como las mismísimas estrellas.

—Te amo —Le dijo el rubio sin apartar sus labios de él. —Te amo más que a nada Harry Potter.

Harry quiso responder que él le correspondía, que le amaba tanto que podía explotar de contener aquel sentimiento en pecho, pero cuando se disponía a hacerlo, Draco lo arrastró nuevamente a ese montón de caricias en los brazos y besos sin tregua, lo arrastraba lentamente a un paraje conocido y anhelado, a un mundo donde solo estaban ellos dos, donde solo importaba el amor que se sentían, donde todo lo demás quedaba atrás.

Harry no pudo evitar sonreír entre el beso, recordando como había conocido a aquel insufrible rubio, el como aquella primera vez en la tienda de túnicas le había parecido de lo más desagradable y el como aquel sentimiento había cambiado por uno de curiosidad cuando se encontraron en el tren. Recordó como se sentía al querer conocerlo y que todo en Hogwarts gritara que aquello no era correcto, por que aquel rubio tan guapo era un Slytherin y se desanimaba de inmediato, recordó haberse visto en espejo de Erised, junto a sus padres, sus abuelos y Draco Malfoy, el príncipe de las serpientes, recordó como se sintió después de haberle pedido que se volvieran amigos, la felicidad, el alivio. Recordó todos los momentos que lo llevaron hasta ese punto, junto a Draco Malfoy, aquel que todos creían su enemigo, su rival, los celos, las inseguridades, las sonrisas, las caricias y aquella noche en la enfermería.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora