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Draco se levantó aquella mañana muy temprano, sintiéndose completamente nervioso. No había dormido más que unas pocas horas y ahora que ya había abierto los ojos por completo no se creía capaz de volver a dormir.

No tenía caso mentirse, estaba preocupado, muy, muy preocupado.

Había visto el progreso de Harry desde el primer día, primer día que había resultado un completo desastre. Potter no podía ni invocar una simple pluma, sujetaba mal la varita, pronunciaba mal en encantamiento y definitivamente no se concentraba en lo que estaba haciendo. Había tenido que recurrir al contacto físico para ayudarlo con el movimiento de varita y había repetido muchísimas veces el encantamiento para que no hubiese error, pero parecía que aquel hechizo simplemente no se le daba.

Con el paso de los días fue mejorando, lo observaba, incluso en las clases parecía estarlo practicando, se le veía determinado y bastante serio, incluso ignoraba las burlas sobre el artículo que Rita Skeeter que todos en el colegio le hacían, aquel donde mencionaba que Potter aún lloraba con el recuerdo de sus difuntos padres.

Draco estaba orgulloso, en pocos días Harry progresó muchísimo, aunque también debía darle parte del crédito a Granger que, al estar tan preocupada como él por el moreno, simplemente no lo dejaba descansar, lo tenía practicando cuando Draco no podía y Harry se las había ingeniado muy bien para que no se encontraran, al menos hasta la noche anterior.

Mi padre me desheredaría si supiera que trabajé junto a la sangre sucia sabelotodo para ayudar ni más ni menos que a Harry Potter. Pensó mientras se daba una ducha rápida. ¿Qué falta? ¿Yo jugando al ajedrez con Weasley?

Al salir de la ducha el rubio tomó su libreta y le escribió a Harry, estaba seguro debía estar bastante nervioso y no podía dejar que eso interviniera en sus muy largas horas de esfuerzo.

"Estoy seguro que ya dominas a la perfección el encantamiento convocador, no dejes que nada te desaliente. Haré lo que pueda para que los Slytherin no se metan contigo, al menos por hoy, pero no prometo demasiado, te odian casi tanto como los leones me odian a mí.

Sé que vas a lograrlo, Harry. Estaré apoyándote en todo momento.

Pd. Asegúrate de desayunar y comer como se debe e intenta distraerte lo más posible con las clases. "

No esperó a obtener una respuesta. Simplemente terminó la conversación y salió a desayunar con un botón de "POTTER APESTA" colgado en la túnica, pero con el broche de Slytherin (que Harry le había regalado) colgado un poco más arriba, a la vista de todos.

El tiempo pasaba de forma más rara que nunca, como a saltos, de manera que estaba sentado en su primera clase, Historia de la Magia, y al momento siguiente iba a comer... y de inmediato la profesora McGonagall entró en el Gran Comedor y fue a toda prisa hacia la mesa de Gryffindor. Muchos los observaban.

—Viktor, es hora —Le dijo Karkarov al campeón de Durmstrang quién no parecía ni un poco alterado.

—Deséame suerte —Le dijo a Draco casi en un susurro.

—No la necesitas —Le afirmó y sonrió.

—Podrías darme ese lindo broche como un amuleto —Su tono de voz era de total y completo coqueteo.

—Lo siento —Tomó un sorbo de jugo de calabaza. —No puedo dártelo.

—Reliquia familiar. Supongo —Draco asintió, mintiendo. —¿Qué tal tu corbata?

—No me dejarás hasta que te la de ¿Cierto? —Viktor sonrió triunfante y Draco se quitó la corbata y se la entregó. —Cuídala es una de mis favoritas. —Bromeó, pues todas eran iguales.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now