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Recuperar el cuarto horrocrux, la copa de Hufflepuff, había sido toda una experiencia para Draco, una llena de maleficios imperdonables, intervenciones ilegales, suplantaciones de identidad, pociones multijugos, una capa de invisibilidad y un dragón que les había ayudado a escapar de Gringotts.

Ahora entendía por qué Harry siempre terminaba en la enfermería, si sus aventuras habían sido así desde que había entrado a Hogwarts lo entendía bastante bien. Él había terminado con unas cuantas quemaduras en todo el cuerpo a causa del enfurecido y ciego dragón, y se había lastimado la mano con la que usaba su varita desviando un hechizo que iba dirigido a Potter.

Draco debía admitir que la ayuda de Hermione y de Ron había sido indispensable, ambos chicos estaban dispuestos a todo y eran tan incondicionales a Harry que hacía cuanto se les pidiera. Granger era el cerebro de todos los planes, Ronald era el respaldo, Harry el estratega con una habilidad excepcional para todo tipo de magia y Draco, que recién se había integrado al equipo era el tipo sin escrúpulos que proponía planes alternativos con recursos desesperados como usar maldiciones imperdonables, era quién se encargaba de pensar como el enemigo y de buscar y encontrar la posición más ventajosa para los suyos, todo un Slytherin.

Hacer equipo con el trio dorado no había significado problema alguno, Ronald y Hermione parecían realmente agradecidos con él por haberlos cubierto durante su visita en Malfoy Manor e incluso, parecían tenerle respeto, no solo como persona, sino como mago y como novio de su mejor amigo, cosa que facilitaba todo de sobremanera, no habían insultos o miradas mordaces, simplemente opiniones, platicas amenas e incluso amistosas a las que Draco pronto se acostumbró.

Pese a haber recuperado la copa, no habían podido destruirla, Harry le había explicado a su rubio novio que solo se podían destruir con algo realmente poderoso como lo era el veneno del basilisco, el cual estaba impregnado también en la espada de Gryffindor, la cual se había llevado el duende que les había ayudado a entrar al banco mágico; el muy bastardo se había dado a la fuga nada más las cosas se habían complicado y se había llevado la espada con él, parte de un trato que había hecho con Harry.

Faltaban únicamente dos horrocrux, uno de ellos de forma desconocida y localización de igual estado y Nagini, la serpiente de Voldemort, por lo que estaban completamente perdidos, al menos lo estuvieron un par de horas hasta que Harry tuvo una visión nada más bajaron del dragón que los había ayudado a escapar. Voldemort ya sabía que estaban tras sus horrocrux o al menos lo sospechaba, el haber robado la copa de forma tan escandalosa les había quitado el factor sorpresa.

—Lo sabe. —Dijo Harry saliendo de su trance—. Lo sabe, y piensa ir a comprobar dónde están los otros Horrocruxes. El último —ya se había puesto en pie— está en Hogwarts. Lo sabía. ¡Lo sabía!

Los tres leones y la serpiente se encontraban acampando en lo profundo de un bosque, escondidos hasta saber cuál sería su siguiente paso, el cual ya les había sido revelado.

—Pero ¿qué has visto? —Preguntó Draco con euforia—. ¿Cómo lo sabes?

—He visto cómo se enteraba de lo de la copa. Me he metido... en su mente. Está... —Harry recordó los asesinatos de la visión— muy enfadado, pero también asustado; no entiende cómo lo supimos y ahora quiere comprobar si los demás Horrocruxes están a salvo, el anillo primero. Cree que el de Hogwarts es el más seguro; en primer lugar, porque allí tiene a Snape, y, en segundo lugar, porque sería muy difícil que entráramos en el colegio sin que nos vieran. Imagino que ahí irá en último lugar, pero aun así podría llegar en cuestión de horas...

—¿Has visto en qué parte de Hogwarts está? —preguntó Ron poniéndose también en pie.

—No, él estaba demasiado concentrado en prevenir a Snape, y no pensó en el sitio exacto donde escondió el Horrocrux...

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now