14.

40.1K 6K 7.7K
                                    

Draco y Harry se encontraban dentro de una de las aulas vacías del castillo, una que usaban con frecuencia y que se encontraba justo a la mitad del camino entre sus respectivas salas comunes, se encontraban sentados en el escritorio del profesor con un tablero de ajedrez mágico entre ellos. Malfoy comía despreocupadamente una varita de regaliz mientras Harry, con el ceño fruncido planeaba su siguiente movimiento, movimiento que creía inútil, pues Malfoy era bastante bueno en aquel juego y seguramente le ganaría una vez más.

Harry hizo ademán de tomar la pieza del único caballo que le quedaba, pero al escuchar la pequeña risita que Draco soltó se arrepintió enseguida. Por su parte el rubio miraba todo con paciencia, le gustaba molestar a Harry fingiendo que cada movimiento que planeaba lo tenía cubierto, le parecía maravilloso el rostro de frustración de su amigo.

Finalmente el pelinegro hizo su movida, Draco perdió un peón, pero inmediatamente después perdió a su preciado caballo.
—No entiendo por qué seguimos jugando a ésta cosa —Se quejó el chico de ojos verdes.

—Por que jugar a los naipes explosivos llamaría demasiado la atención —Respondió su amigo terminando su dulce. —¿Ya te has aburrido de perder, Potter?

Harry resopló con fastidio, sabía que tarde o temprano la burla llegaría.
—Te crees demasiado —Dijo con fingido fastidio. Draco sonrió con suficiencia.

Durante toda la tarde Malfoy había notado que su pequeño amigo parecía bastante nervioso, más distraído de lo normal, incluso MÁS torpe de lo normal. Era verdad que Harry no era tan bueno como él en el ajedrez, pero desde que habían comenzado a jugar Harry no había durado ni cinco minutos y Draco (con el paso de los días) había aprendido a conocer a Potter lo suficiente, algo le pasaba, algo quería decirle y no se atrevía.
Por supuesto que el rubio tampoco se atrevía a preguntar nada, su rígida educación impartida en casa no le permitía entrometerse en los asuntos de otras personas, o al menos eso era lo que se decía para convencerse de no parecer un entrometido frente a Harry.

Finalmente el pelinegro suspiró fuertemente y se dejó caer por completo sobre el escritorio, recargando sus mejillas sobre la fría madera del mueble, Malfoy lo miró con la ceja levantada y metiéndose a la boca una rana de chocolate.
Harry refunfuñó por sus adentros, como si aquello que quería decir se lo estuviese comiendo vivo, pero a la vez, estaba tan indeciso que luchaba entre abrir la boca o no y a Draco le parecía realmente gracioso pues pensaba que Harry lucía como un pez fuera del agua tratando de respirar.

—A veces eres realmente patético, Potter —Dijo Malfoy soltando una carcajada, no había podido resistir mucho más aquella ridícula expresión que su amigo había puesto.

Harry lo miró entrecerrando los ojos, como si aquello lo hubiera ofendido realmente.
—No todos tenemos la lengua tan floja como tú. A algunos nos gusta pensar antes de hablar —Se defendió.

—Será mejor que no te esfuerces demasiado, tu cabeza podría explotar al no estar acostumbrada a semejante actividad.

—¿Recuérdame de nuevo por que somos amigos? —Dijo con un falso tono de aflicción que Draco supo reconocer al instante, haciéndolo reír.

—Porque soy Draco Malfoy. —Contestó al tiempo que comenzó a recoger las piezas del ajedrez.

Harry se quedó ahí, tendido sobre el mueble de madera y admirando cada movimiento que Draco hacía, como recogía lentamente pieza por pieza y de vez en cuando se detenía a meterse un trozo de chocolate a la boca. Harry sabía el tipo de persona que era Draco, era cruel, burlón, carecía de paciencia y tenía un terrible complejo de superioridad que hacían que más de uno lo detestara, pero aquello sólo hacía que Potter lo encontrara más fascinante, sobre todo porque Draco jamás actuaba así con él, no a menos que estuviera muy enojado. El Draco que pocos conocían y que a Harry le alegraba conocer era amable, si bastante creído, pero amable y un poco bondadoso.
Y viéndolo ahí tan tranquilo con su rubio cabello reluciendo por las antorchas y sus amables ojos grises concentrados en su tarea de ordenar todo, Harry no pudo evitar cierto sentimiento de culpa. Culpa por que había asistido a aquella reunión con el único propósito de pedirle a Draco que se quedara durante navidad para así sacarle información sobre la cámara de los secretos, información que no se había atrevido a preguntarle directamente por miedo.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now