Capítulo 43 - Atrapados en un baño

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Y ahí venían corriendo.
Únicamente los de la comitiva de búsqueda.

(T/N) pudo ver cómo los de Killa a su lado entristecían al ver que los que regresaban no habían logrado hallar a los desaparecidos.
O al menos así parecía.

—¡Los encontramos! —exclamó uno de ellos, a quien parte del grupo de nuestra protagonista reconoció casi inmediatamente.
—Eh, ¿Vladimir? —recordó su nombre ella. Era uno de los dos muchachos que habían rescatado de la refinería junto con las hermanas de Ivan. Así que viajaban con el otro grupo, huh.
—¡¿(T/N)?! —se sorprendió el rumano, una sonrisa invadiendo su rostro pero no desplazando su preocupación.— ¡Todos están aquí, me alegra verlos!
—A nosotros también. —asintió la bielorrusa. (T/N) supuso que se habrían hecho amigos pasando tanto tiempo en ese tanque sin nada que hacer.
—¡¿Los encontraron?! —apremió aliviada una de las señoras.
—¿Dónde están entonces? —apuró un chico.
—En un sótano. —dijo con amargura uno de los que habían vuelto.
—¿Cómo diablos llegaron a un sótano? —se extrañó la húngara.
—Parece que el suelo colapsó bajo ellos y terminaron ahí. —les contó el rumano ya más serio.— Aún no sabemos muy bien por qué dejaron los camiones, pero lo primero es sacarles. Necesitamos sogas.

Los de Killa se miraron entre ellos con preocupación y se removieron en donde estaban parados.
¿Acaso no tenían sogas?
Al percatarse de esto, el estadounidense habló.

—Nosotros tenemos sogas, les acompañaremos. —declaró, mirando a la (nacionalidad) como si buscara su aprobación.

Ella simplemente asintió.
El grupo se reunió en un pequeño círculo mientras Alfred sacaba las sogas para discutir quiénes irían. Él debía ir porque necesitaban a alguien fuerte que pudiera sostener las cuerdas de un extremo para servir de ancla. Yao era el médico, por lo que llevarlo en caso de que alguien estuviera gravemente herido era buena idea.
Pero el problema era que no podían ir demasiados. Una buena parte debía quedarse por si los Darksiders se apresuraban y los encerraban antes de lo previsto.

De modo que el grupo final consistía del estadounidense, el chino, la húngara, Peter y nuestra protagonista. A ellos se les sumaron Vladimir, una señorita, un joven y un hombre adulto.
¿Por qué Peter? Pues porque uno de los que habían vuelto de buscar aclaró con preocupación que no habían podido verlos debido a una pared que se interponía. Una pared que probablemente tenía hoyos por los cuales el pequeño sería capaz de pasar.

Una vez estaban listos, (T/N) encendió la linterna de su máscara y avanzó delante de la pequeña comitiva al lado de Vladimir. Él los guiaría, y ella iluminaría el camino.

En el camino apresurado (pues corrían por miedo a que los maleantes llegaran), nuestra protagonista recordó algo. Los dos jóvenes les habían dicho que no podían quedarse con ellos porque estaban buscando a una amiga suya.
¿La habrían encontrado? ¿Estaría a salvo? Ella sabía que el menor descuido podía acabar con alguien en menos de tres días, por no decir que había muchas otras formas de morir en el estado del mundo.
Lo sabía muy bien.

Corrieron hasta llegar frente a lo que debía haber sido la estructura de los baños, en el primer piso de una edificación de dos, a juzgar por la ubicación de las puertas y los desgastados letreros. Claro que estaba destruida, y el baño de varones era inaccesible debido a una raíz tapando los agujeros que los escombros caídos en frente no cubrían.

Ingresaron al baño de damas, e inmediatamente todos se cubrieron las narices y boca. Todos menos (T/N), Peter –quien llevaba su máscara puesta–, y Alfred; quienes no captaban el nauseabundo hedor de... bueno, de los restos que no habían sido vaciados en más de un año. Yao se cubrió la boca para contener sus ganas de vomitar y la húngara sacó una pañoleta de flores de su mochila, colocándosela sobre su nariz y boca para que al menos parte del olor se quedara fuera.
El rumano cerró el cuello de su capa sobre su nariz y los demás tuvieron que aguantarse.

Agua, por favor [Hetalia]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz