Capítulo 52 - Dúo por conveniencia

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Las cartas casi se caen de la mesa (Elizabeta se las arregló para atraparlas antes), (T/N) se estrelló contra la húngara y el rumano contra ella. Yao se apoyó contra la mesa para no chocarse de barriga y Matthew y Yekaterina cayeron al piso –ella de costado y él de espaldas.

Se incorporaron confundidos, y (T/N) se levantó de su sitio.

—Ugh, ¿qué diablos...? —se quejó el canadiense, arqueando su espalda adolorido.

Lukas se había levantado de su sitio, y la ucraniana había ido a la cama para tranquilizar a Peter. El resto siguieron a nuestra protagonista hacia la puerta.
Caminaron en la casi oscuridad y vieron que aún no habían salido de la ciudad.
Identificaron al grupo que se había bajado de la camioneta y se acercaron a ver qué pasó.

—¿Qué diablos fue eso, Alfred? —se quejó Matthew con su hermano, y el estadounidense le regaló una mirada confundida y asustada.

(T/N) se percató de la presencia de otra persona entre los que estaban de pie frente al vehículo: un joven apenas mayor y más alto que ella con camisa negra y cabello marrón oscuro. No tuvo tiempo para mirarlo mejor, pues el estruendo de en frente llamó su atención.
Gilbert estaba tirado sobre una persona en el piso, y Francis también estaba ahí.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó ella en completo desconcierto.
—Estábamos conduciendo con calma cuando Gilbert gritó algo desde arriba. —comenzó a explicar Arthur.— Entonces el idiota se dio cuenta de que no le entendimos y decidió que era buena idea asomarse frente a la luna de adelante.
—Beilschmidt cubrió la vista de Jones y nos asustó a todos. Yo apenas pude ver cómo los faroles iluminaban a dos personas que estaban en el camino frente a nosotros y traté de avisar, pero... —continuó Kiku.
—Pero como yo no veía nada, me asusté y frené... —concluyó Alfred.— ¡No sabía qué tan cerca estaban esas personas, y no quería atropellar a nadie!
—Y con la frenada, Gilbert y Francis salieron despedidos hacia el frente. —añadió Ivan.

(T/N) suspiró rendida y encaró al joven desconocido. Él se percató que alguien le miraba y se giró para ver qué pasaba. Nuestra protagonista tuvo unos segundos más para observarlo. Tenía un mechón de cabello hacia la izquierda que no parecía querer quedarse con el resto de su peinado; sus ojos eran verde oliva y llevaba una mochila en su espalda, una casaca gris atada a su cintura, pantalones marrones y botines negros.
Y parecía algo irritado con la situación.

—¿Puedo saber tu nombre? —inquirió ella, no muy segura de si era buena idea encender la linterna de su máscara, porque estaba bastante oscuro.
—Soy Lovino Vargas. —le dijo él de mala gana, incómodo con todo lo que pasaba.— Y yo tampoco sé qué está pasando, no me preguntes. —suspiró. (T/N) sintió algo de repentina simpatía con el chico. No parecía ser un maleante, además, así que eso era bueno.— Pero el sujeto que está allá abajo es mi compañero. —señaló a la persona que Gilbert estaba aplastando en un abrazo.

El albino, mientras tanto, no dejaba de hablar incoherencias en alemán junto con el otro tipo. Francis se las arregló para separarlos y ayudar al extraño a ponerse en pie.
Antonio, por otro lado, se recuperó del golpe que se dio contra el techo del carro al sujetarse muy fuerte para no salir volando y se resbaló por el capó.

—¿Qué pasó aqu-? —comenzó a decir, pero se interrumpió a si mismo al ver a alguien tras (T/N). Ella se confundió.— ¡¡Lovino!!
—No, por favor... —murmuró el de camisa negra al lado de nuestra protagonista.

Antonio pasó de largo de la (nacionalidad) y corrió frente al que ella había catalogado mentalmente como italiano, a juzgar por su acento.

—¡Lovino! ¡Lovi! —lo samaqueó de los hombros el español, mientras el otro se limitaba a soltar "no"s cada vez que decía su nombre.— ¡No esperaba volver a encontrarte tan pronto!
—Mira, qué coincidencia. —respondió sarcásticamente el italiano con una sonrisa forzada a propósito.
—Eh, ¿Antonio? —preguntó un hombre que (T/N) no reconoció. Se giró para encontrarse con el sujeto que Gilbert acababa de soltar.— ¿Qué haces aquí?

Agua, por favor [Hetalia]Where stories live. Discover now