Final - Gilbert

622 98 19
                                    


Gilbert se dedicó a escribir y a sacarle sonrisas a la gente. No pasó mucho tiempo antes de que su primer libro fuera publicado, pero sí transcurrieron varios meses antes de que ganara la popularidad que tendría luego.

La gente en Belafari disfrutó de su novela de suspenso, intriga y criminología; pero no eran muchas personas en la ciudad para ese entonces. La fama de la historia creció en paralelo a la población, y se extendió por el mundo cuando Arthur se llevó una copia del libro con él cuando desapareció tras la construcción de la escuela.

El albino no escribió por unos meses luego de publicar el primer libro. Se la pasaba de un lado a otro, visitando a Antonio en los alrededores de la ciudad y paseando por las calles con Francis. Cuando el francés abrió su restaurante, Gilbert tuvo que limitarse a ir a verlo de vez en cuando. Hubiera querido ir a ver al español todos los días, y lo hubiera hecho de no ser sensible en un extremo peligroso a la luz del sol.

No lo vieron mucho durante todo el verano. Salía a veces para ir al restaurante de Francis o para visitar a Ludwig, pero pasaba la mayor parte del tiempo dentro de la casa que compartía con sus dos amigos. Se tiraba los días viendo películas o leyendo libros -online, por supuesto, ya que físicos no había muchos- y de cuando en cuando salía al centro de adopción para jugar con los perros, gatos, y otros animales.

-¿Por qué no te llevas uno? -sugirió (T/N) un día en que lo encontró en el centro. Ella estaba en su revisión usual.- No creo que a Francis y a Antonio les moleste.
-Igual casi no pasan tiempo en casa. -la miró él, acariciando a uno de los cinco canes que se aglomeraban a su lado.- Ambos tienen muchas cosas que hacer estos días.

La expresión triste camuflada por la sonrisa melancólica que había puesto el albino había dejado a la (nacionalidad) con las ganas de decir algo, pero no había pronunciado palabra.

A los dos días se enteró de que Gilbert había adoptado un husky siberiano, blanco como la nieve, porque Antonio se lo había comentado una tarde entre los sembríos.

-¡Tendrías que verlo! -había sonreído el español.- Todavía es un cachorro, pero verás que en un par de meses va poder tirar a Gilbert al suelo.

Los ánimos de Gilbert parecieron revivir al poco tiempo de adoptar al pequeño can. Se le vio salir a pasear al pequeño por las tardes -en verano por las noches- y daba la impresión de que el cuidado del perro estaba ocupando todo ese tiempo que antes no había tenido en qué gastar y se había llenado inevitablemente de aburrimiento.

Con las oleadas de visitantes y turistas que llegaron con los vuelos del inglés llegó también la noticia de que, al parecer, el mundo estaba esperando una continuación a la novela que el albino había publicado a inicios de la restauración de Belafari.

-Pensé que nadie se había interesado en esa cosa. -comentó algo sorprendido luego de salir del aeropuerto donde unos fans lo persiguieron con preguntas.
-¿Ah, no? -se confundió Peter, caminando entre él y la (nacionalidad).- ¡A mí me gustó mucho! Nunca me hubiera imaginado que el culpable no era el cocinero, sino la fotógrafa y el policía.
-¿En serio? -rio divertido el albino.- Juraba que había pasado desapercibido.
-¡Pero si fue asombroso! -insistió el niño, y Gilbert se partió de la risa.

No tuvo que pasar mucho tiempo antes de que el albino se pusiera a escribir la segunda parte de su misterio criminal. Se pasó días sentado frente a una especie de laptop que él mismo había armado y que Ivan le había ayudado a poner en funcionamiento.

(T/N) aún se lo encontraba en las tardes o en las noches, paseando a su cachorro con una mirada de concentración que solo podía indicar que estaba enfrascado tratando de encontrar una manera de continuar con la historia. A veces se quedaba sentado con él en una de las bancas de la plaza, ayudándolo a soltar su lluvia de ideas y comentando al respecto de cada una.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora