Final - Kiku

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La presencia del japonés no se sintió en lo absoluto durante las primeras semanas en la ciudad. A (T/N) siempre le pareció extraño, pero nunca tuvo la oportunidad para preguntar. Solo comenzó a interactuar con el resto cuando le ofreció a Gilbert diseñar la portada de su primer libro, y más tarde se le volvió a ver en cuanto Ivan y compañía lograron reconectar las computadoras a internet. Decir que se le volvió a ver no es cierto del todo, porque nadie sabía en donde estaba. Gilbert publicó el libro un tiempo después de la construcción del hospital, pero él mismo mencionó que Kiku le había dejado los diseños desde mucho antes.

Sucede que todos supusieron que estaba encerrado en su habitación, ya que Elizabeta decía que sí estaba actualizando su blog, pero nadie fue a verificarlo. La (nacionalidad) y Alfred optaron por no ir a molestarlo porque comprendían que tal vez prefería estar solo. Lo vieron en persona durante las actividades en el primer invierno, sentado con ellos en la fogata a contar historias, y desapareció de nuevo con el cambio de estación. Reapareció con el retorno de Arthur y el boom de los relojes de Ludwig, pero no por mucho. No se presentaba a las reuniones a menos que fuera a tratarse un tema de suma importancia, y no se le veía dejar ni salir de su departamento.
Ni siquiera se enteraron de que dejó Belafari en múltiples ocasiones, y que se fue con el inglés en uno de los viajes que hizo para establecer aeropuertos entre ciudades lejanas.

Lo volvieron a ver en el primer aniversario de la ciudad, celebrando en silencio con todos los demás, y desde entonces pareció frecuentar el taller de Feliciano. Ni siquiera el mismo italiano estuvo muy seguro del motivo, pero todos estuvieron algo más tranquilos de verlo cruzar la calle unas dos veces al día. También visitaba a Vladimir y el grupo que subía videos todas las semanas, pero no con tanta frecuencia.
(T/N) decidió una tarde que iría a visitarlo para ver qué diablos pasaba.

Se acercó a la puerta de su departamento y tocó. Esperó cerca de dos minutos antes de que alguien abriera la puerta. El japonés la observó por la pequeña ranura que había abierto, con cara de haber estado muy concentrado en algo hasta el momento y no muy de pie en la realidad todavía.

—Eh- Lo siento, ¿interrumpo algo? —preguntó ella, algo avergonzada. Kiku parpadeó como si recién se despertara.
—Ah... no, no te preocupes. —negó, parándose derecho.— ¿Necesitas algo, (T/N)?

Ella se sorprendió al escuchar su nombre sin honoríficos viniendo del japonés, pero trató de pretender que no pasaba nada.

—Vine a ver si todo está bien. —se excusó.— No sales si no es para ir con Feliciano o Vladimir, y vine a verificar que no estuvieras enfermo o algo.
—Aprecio tu preocupación, pero todo está bien. —le confirmó él con una sonrisa calmada.
—De acuerdo... —suspiró ella. No estaba muy segura de qué pensar al respecto.— Bueno, si algo sucede, no dudes en buscarnos. Estamos dispuestos a ayudarte, ¿bien?
—Lo tomaré en cuenta.

La (nacionalidad) había regresado a casa sintiendo que no había conseguido nada. Ya ni siguiera estaba segura de si Kiku tenía algún problema, o era que simplemente le gustaba estar solo, encerrado en su departamento. Si ese era el caso, debió haberle pedido que no faltara a las reuniones.
Había perdido la oportunidad. Pero ahora tenía una nueva excusa para ir a buscarlo.
Sería otro día.

Pensó que no volvería a ver al japonés hasta que hubiera una nueva reunión a la que asistiera, e incluso si faltara iría a su departamento para decirle que no vuelva a faltar. Pero resultó que se lo encontró mucho antes, un día en que dejaba la escuela luego de haber ido a hacer la revisión usual. Y lo más sorprendente de todo fue que él se había acercado a hablarle a ella.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora