Final - Yekaterina

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Cuando los animales "comenzaron a volver a la normalidad", no significó que retornaron a la forma que eran antes; al menos no del todo. Su apariencia permaneció, algunos más grandes y otros más largos y de distintos colores, eso hubiera sido extraño que regresase a como todos los reconocían. Lo que comenzó a cambiar, aunque lento, fue la manera en que se percibían a ellos mismos y a lo que les rodeaba.

(T/N) siempre supo que los animales no notaban a los humanos, no los reconocían, no los consideraban importantes; y por ende actuaban indiferentes a su alrededor, casi como si no los vieran. Lo que nunca supo hasta mucho después, una tarde en que Yekaterina, Yao y los médicos se lo explicaron, era que tampoco parecían tener sentido de... bueno, de ellos mismos. No se daban cuenta si estaban heridos, si estaban enfermos, si algo les dolía, si tenían hambre -todo lo hacían de manera automática. Procreaban de un día para otro y era como si todos se olvidaran de que había crías en camino hasta que estuvieran frente a ellos.

Fue por eso que, cuando los animales comenzaron a recuperar la conciencia de sus cuerpos, la gran mayoría entraron en pánico. De pronto reconocían a los humanos como humanos, de pronto tenían mucha hambre, de pronto tenían heridas abiertas por todos lados.
Era como si hubieran despertado de un largo período de trance que no les permitía pensar en lo que hacían, porque de otra forma ninguno se hubiera atrevido a tomar y consumir cosas contaminadas y hubieran muerto de sed o de inanición.

Yekaterina no cabía en su felicidad de poder ejercer como la veterinaria que quería ser. No le gustaba toda la primera mitad del trabajo, que incluía encontrar a los animales heridos, en pánico y al borde de la muerte. Tener que lidiar con su miedo hacia los humanos y tener que hacerles operaciones y hacerles doler para poder salvarles. Y lo peor de todo era si no lograban salvarlos al final.

Pero sí le encantaba toda la segunda mitad: verlos recuperarse, verlos ponerse felices cada vez que entraba a la sala, verlos comer con gusto, verlos jugar; y luego de dejarlos en libertad, verlos jugando en la plaza con los niños o incluso verlos siendo adoptados por los habitantes de la ciudad y de los viajeros que se pasaban de visita.
Porque ahora que podían decidir qué comían y qué no, la cantidad de alimento a su alcance era muy limitada.

Ella misma adoptó dos gatos y un perro que la adoraban con sus vidas. Los había encontrado entre a punto de desfallecer del hambre hasta a punto de desangrarse hasta la muerte, y los había devuelto a una vida sana, a salvo, y llena de amor.

Debido a la creciente cantidad de animales que debían atender fue que se decidió separar al equipo de veterinarios del equipo de médicos y levantar un consultorio al lado del hospital, acondicionado por supuesto para albergar animales y no humanos. Yekaterina pasó de ayudar a Yao en el inventario de las plantas medicinales en el invernadero a dirigir la veterinaria recién inaugurada, y con la apertura de un lugar dedicado a eso se comenzaron a recibir reportes diarios de múltiples criaturas heridas o en mal estado por todo Beláfari y áreas circundantes.
Tuvieron que formar una brigada de rescate, incluso.

-A este paso tendremos que abrir un centro de adopción para todos estos pequeños. -había sonreído cansada la ucraniana mientras bañaba a un cachorro de lo que debió ser un samoyedo.

(T/N) había estado presente cuando dijo eso, y la idea no tardó en ser escuchada por el comité y aprobada con entusiasmo infantil por Alfred.

La (nacionalidad) se encargó entonces de seguir con sus revisiones regulares del invernadero y, por extensión, de la veterinaria. Informó a los médicos de la decisión tomada por la junta y los vio alegrarse y celebrar con los animales a su alrededor.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora