Final - Feliciano

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Feliciano fue un caso complicado durante buena parte de la restauración de Belafari. No porque él mismo fuera complicado, sino por la forma en la que se sentía con respecto al resto del grupo. Siempre parecía nervioso de interactuar con cualquiera que no fuera Ludwig, (T/N), o su hermano; cada vez que intervenía en los comités lo hacía con la advertencia de que su idea tal vez no sería la mejor; y por lo general se quedaba encerrado en su departamento/taller.

Al principio nadie se percató. El alemán y la (nacionalidad) fueron dándose cuenta poco a poco, pero no estaban muy seguros de qué pasaba por la cabeza del italiano.
Lovino, por otro lado, parecía comprender por completo la situación.

-Supongo que siente que solo está interrumpiendo en un grupo del cual nunca fue parte. -explicó un día en que los otros dos le preguntaron sobre el tema.- Debe pensar que no hizo mucho en comparación con ustedes, y que por ende no tiene mucho derecho de opinar y acercarse a los demás.

Enterarse de ese punto de vista no hizo sino aumentar la impotencia que (T/N) sentía al respecto.

-No lo sé, es raro. -rio Feliciano cuando ella quiso tocar el tema, una tarde que lo encontró garabateando en una libreta en la plaza. No pasó por alto el hecho de que escondió lo que estaba haciendo, ni mucho menos la nota de pena que notó en su voz.- Soy el sujeto del diario que todos leyeron pero que no conocieron hasta el final. ¿No es extraño? -miró al piso.- Es como ese amigo del que siempre escuchas pero que no conoces, y que de un día para otro comienza a andar con tus compañeros y contigo.

El italiano fue "forzado" a dejar su taller más seguido en cuanto iniciaron las clases. La (nacionalidad) iba a visitarlo al salón de arte de manera regular, debido a que tenía que asegurarse que las cosas marcharan bien, y también en parte por curiosidad pura. No le tomó mucho tiempo percatarse de que era la única persona adulta que tenía permitido ingresar al salón mientras Feliciano estuviera dictando clases.
Y era solo porque debía estar ahí, no había forma de negarle el ingreso.

Cada vez que ella ingresaba al salón y todos los niños se distraían por unos instantes para saludarla, Feliciano se apresuraba en guardar un par de cosas y cánvases, como si no quisiera que la gente los viera.

-Pero, ¿por qué no? -preguntó ella con calma un día luego de clases, apoyándose en una de las carpetas. Le había preguntado al italiano si podía ver alguna pintura suya, y él había dicho que no era buena idea.
-La única persona que vio mis pinturas fue mi abuelo, así que no he tenido críticas constructivas que puedan haberme ayudado a mejorar. -explicó avergonzado con una sonrisa apenada.- No creo que estén presentables.
-¿Nadie más? -inquirió (T/N).
-La mayoría de mis conocidos no me hubieran creído si les decía que pinto. -rio él.

La cháchara se extendió, pero la (nacionalidad) al final no logró ver pintura alguna del italiano.

El tiempo pasó y las cosas no parecieron cambiar en lo más mínimo. Todos estaban o demasiado ocupados, o demasiado deprimidos por el aburrimiento como para percatarse de lo que le pasaba a los demás. Las únicas personas que iban al departamento del italiano y tenían permitido ingresar eran su hermano y el alemán, pero nadie creyó que había algo extraño en eso.

Una mañana en una de sus inspecciones regulares de la escuela (T/N) fue detenida en uno de los pasillos por el hermano mayor de Blend.

-Vargas no vino hoy. -le informó, agotado como si hubiera corrido para encontrarla.
-¿No vino? -se confundió ella. Lo observó bien y recordó que a él le tocaba revisar la clase de arte ese día.- Bueno, ¿has ido a buscarlo a su casa?
-No, eso quería pedirte. -sonrió avergonzado, recuperando su aliento.- Tiene más confianza contigo que conmigo, seguro a ti si te deja ingresar. -hizo una pausa.- Te cambio, yo me haré cargo de la clase de Williams.

Agua, por favor [Hetalia]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora