Capítulo 56 - Incursión

991 147 15
                                    


Se movilizaron en tropel con cuidado de no hacer ruido, mirando dónde ponían los pies con la poca luz que había.
Debían ser casi las cuatro de la madrugada.

—Bien, entraremos con una explosión. —dijo de pronto Arthur cuando se habían detenido tras unas rocas a observar la inmensa edificación frente a ellos. Debía tener por lo menos unos siete pisos hacia arriba.
—¿Qué tal si igual hacemos explotar algo, pero tú y yo vamos por el lado contrario y ellos entran por el medio? —propuso Ludwig.
—Eso también es una buena idea. —asintió el inglés.
—Un momento, ¿les importaría explicar? —exigió en un susurro el italiano.
—Lanzaremos una granada a la entrada del edificio. Ustedes busquen un lugar por dónde entrar, y nosotros dos crearemos caos por atrás. —lo miró el alemán.
—Uh, ¿por qué? —se confundió el ruso.
—Porque creerán que la granada es una distracción. Y si realmente hacemos que sea una distracción, estarán convencidos entonces que Ludwig y yo somos el verdadero peligro. —explicó Arthur.— Eso les debería permitir a ustedes entrar en silencio.

El resto del grupo asintió, y el inglés sacó una mina a control remoto de su mochila mientras se ponía en pie. Miró a la entrada, y miró el objeto en su mano, dudando.
Se giró, se volvió a arrodillar, y le extendió el artefacto a la (nacionalidad).

—¿Podrías? —le pidió algo avergonzado.

(T/N) asintió en silencio y tomó la mina de la mano enguantada del piloto. Desenganchó su bate y se paró, ubicando la entrada con su vista.
No estaba tan lejos.

Lanzó el objeto a la altura de su rostro y, en una rápida maniobra, se posicionó para batear. Levantó sus codos y golpeó la mina con su bate de madera, catapultándola directo hacia las puertas de ingreso a la edificación y observándola caer al frente.
Se arrodilló y le hizo una señal al inglés, quien presionó un botón en un pequeño aparato en su mano.

Una estruendosa explosión se levantó frente a la entrada de la base de los Darksiders, causando caos y confusión en los guardias que se habían encontrado cerca y en todos los que habían oído y sentido las ondas expansivas. Se oyó gente gritando cosas y órdenes a diestro y siniestro.

Entonces, y sin darles mucho tiempo para reaccionar, ambos soldados se despidieron rápido y se pusieron en pie, corriendo con sus armas para darle la vuelta a la edificación y crear la ilusión de que iban a atacarlos por detrás.
Los que se quedaron tras las rocas, mientras tanto, debían esperar a que hicieran su aparición por la retaguardia para acercarse y buscar la forma de entrar.

Fue el minuto más tenso que creyeron que vivirían.

En algún momento, un grupo de maleantes armados salieron entre el humo de la entrada, como si estuvieran dispuestos a atacar a los culpables.
Pero uno más apareció de entre el caos y les gritó que no fueran idiotas, que eso era una trampa para distraerlos y que el ataque real estaba llegando desde atrás.
Y desaparecieron entre el humo y dentro de la edificación.

—Esa es nuestra señal. —murmuró Lukas.

Los demás a su alrededor asintieron y se acercaron a sus respectivos compañeros de grupo. Vladimir y el noruego fueron los primeros en partir, pasando apresurados frente a la entrada, entre el humo y hacia el otro lado del edificio.
Los siguieron Elizabeta y Lovino, quienes optaron por entrar directo por las puertas principales medio destruidas.

Ivan, Natalya y (T/N), por otro lado, corrieron agachados hasta la fachada derecha de la construcción, la contraria a la que se dirigía el primer dúo. Ivan sacó un módulo de aire acondicionado de su lugar (en parte gracias a que estaba oxidado y viejo) y lo dejó en el piso.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora