Capítulo 53 - Algo falta

959 168 53
                                    


(T/N) se despertó en medio de la noche.
Y como ya ha sido previamente mencionado, tuvo que contenerse para no gruñir al odiar que eso sucediera.

Habían logrado acordar los lugares para dormir, de alguna forma, así que Alfred, Kiku, Francis, Gilbert, Antonio y Matthew estaban del otro lado en la camioneta.
En el camper, mientras tanto, se apretaron todos los demás.

Peter dormía tranquilamente entre los brazos de nuestra protagonista. Para poder entrar todos en la cama, se habían tenido que encoger un poco y evitar dormir todos "como se debe". Ella se encontraba cerca de la esquina inferior izquierda hecha bolita con el niño en sus brazos. Al frente suyo estaba la ucraniana, un poco acomodada hacia la pared del fondo; y la bielorrusa estaba encogida en medio de la cama. Elizabeta estaba acomodada hacia la esquina superior izquierda, Ivan le daba la espalda a su hermana menor y, aunque no podía verlo, sabía que Yao estaba en la esquina opuesta a la suya –es decir, frente al ruso.
Tampoco los podía divisar, pero Vladimir y Lukas habían tomado cada uno un sillón.

Se irguió apenas, apoyándose en sus codos y girando su cabeza todo lo que su cuello le permitía. Miró por sobre su hombro con cuidado de no despertar al pequeño y examinó el resto del camper tras ella.

En cada sillón se veía un bulto, y en el más cercano se distinguía la cabellera castaña del rumano saliendo de entre las mantas. En el piso, mientras tanto, había tres bultos más.
Habían estirado un par de colchonetas a lo largo del pasillo de la casa rodante, y sobre ellas se habían acomodado los dos soldados y el italiano.

Arthur (tal vez, a juzgar por la cabellera) dormía al fondo del camper, a los pies del sillón en el que debía estar el noruego; encogido en una bolita como de costumbre y cubierto en mantas polares. A los pies de la cama dormía de costado el alemán, con las piernas algo flexionadas para no chocarse con la pared. Su cabello estaba todo despeinado.
Y sentado contra el mueble de la cocina estaba Lovino, despierto.

(T/N) se extrañó. ¿Habría pasado algo? No, era probable que simplemente no pudiera dormir por la incomodidad. Era el piso, después de todo, y ella misma no podía soportarlo con solo una colchoneta.
Pero a su lado en la cama (bien cerca de la esquina) aún quedaba un triángulo de espacio libre.

—¿Pasó algo? —preguntó ella en un susurro, no queriendo despertar a nadie. Sobre todo porque la persona con el segundo sueño más débil de todo el grupo estaba compartiendo cama con ella.

El italiano se sobresaltó en silencio, tal vez sorprendido de que alguien más estuviera despierto. Se giró a mirarla, no muy seguro de qué decir.
Tenía cara de no haber podido conciliar sueño en muchos días, ahora que lo notaba. Era probable que viajar con el soldado alemán significara no preocuparse por buscar un lugar en el que dormir de manera cómoda.

—Eh- tengo algo de frío, es todo... —mintió él, pero ella decidió no presionarlo. Después de todo, sí que se había envuelto con las mantas, y sí que hacía frío.
—Puedes venir si quieres. —sugirió (T/N), aún en voz baja. Al ver la mirada incrédula de otro, añadió:— Hay un espacio libre, podrías acurrucarte aquí.

Lovino guardó silencio. Parecía debatirse sobre qué hacer ante su propuesta. Su expresión le indicaba a la (nacionalidad) que sí quería dormir en la cama, se moría de ganas; pero no parecía querer admitirlo.
Tal vez le daba vergüenza, sobre todo tomando en cuenta que su compañero dormía sin problemas en el piso.

El joven desvió su mirada, avergonzado, y cerró sus ojos fuertemente por unos instantes. Y como si mandara todo al diablo, dejó su capullo de mantas a un costado y se puso en pie, dando un par de pasos para llegar a la cama.

Agua, por favor [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora