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25 de septiembre del 2017, lunes.

Las clases de la profesora Clayton no eran precisamente el mejor remedio para el mal humor que Ángel había acarreado durante todo el fin de semana. Volver al instituto tampoco fue una gran ayuda, notaba las miradas furtivas de sus compañeros de curso, las risas de otros, los susurros a sus espaldas. Casi podía oír lo que pensaban:

«Pobre pringado»

«Patético»

«Ha aguantado mucho con él, ¿cómo lo podía soportar Lily?»

«Patético»

«Patético»

«Patético»

«Mucho ha tardado en darle la patada»

A la gente le cuesta cansarse de los juguetes, ¿verdad, Lily?

En primera fila junto a la ventana, Ángel se pasó ambas manos por el rostro por si eso conseguía borrarle las ideas. Apartó la vista del frente y se centró en el paisaje de su derecha, un gran mar de pinos que devoraba las montañas y que escondía bajo sus ramas un mundo totalmente distinto. El bosque se perdía en la línea del horizonte entre la fría niebla mañanera surcada por una pequeña bandada de pájaros.

¿A dónde llegaría si fuera detrás de ellos? Quizá desapareciera.

Miguel, un chico de piel latina y ojos azabache que se sentaba a sus espaldas, le dio un par de palmadas en el hombro. Ángel se apoyó en el respaldo de la silla y giró la cabeza hacia él.

—Me han dicho que te dé esto— explicó.

Le pasó una pequeña nota.

—¿Qué es?— preguntó Ángel mientras la desdoblaba.

—No sé, yo no me meto en donde no me llaman— Hizo una pausa para tomar apuntes—. Eso sí, me han dicho que es de Tyler.

El chico susurró un “Gracias” antes de volver a colocarse bien en su asiento. Frunció el ceño al leer la nota.

no todo lo malo es pa ti, angelito, ke ahora me tengo ke comer tus vavas

Ángel la observó durante un par de segundos para después romper el papel en todos los pedazos que pudo y dejarlos en una esquina de la mesa con los dientes apretados. Ni siquiera sabía qué le molestaba más, si la nota en sí o que lo hubieran sustituido por un idiota que ni siquiera era capaz de escribir una frase sin cometer faltas ortográficas.

Pensó en girarse hacia atrás, buscar a Tyler y a la panda de gilipollas que le reían las gracias y le aplaudían las ideas como esa. Pensó en gritarle que era una mierda de persona, levantarse para tenerlo cara a cara (cara a clavículas, mejor pensado) y mirarlo directamente a los ojos, decirle que repitiera lo que le había escrito. Pensó muchas cosas, pero no tenía el valor suficiente como para hacer alguna. Ni siquiera para dedicarle una mirada de rencor…

—Beckett— Ángel levantó la vista de sus manos al escuchar a la profesora—. ¿Estás tomando apuntes?— dudó con voz venenosa.

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora