-28-

6K 496 259
                                    

Ángel caminó hasta su taquilla con el paso acelerado y la mochila colgada de un solo hombro, era el segundo descanso de la jornada y el profesor de la última clase se había enredado tanto al tratar de explicarle una duda que tenía que había perdido ya diez minutos. Guardó los libros que no necesitaba y se quedó absorto en las fotos que tenía colgadas en la parte interior de la portezuela antes de cerrarla, la más reciente de ellas se la había llevado Cho aquella misma mañana alegando que la encontró al revisar su teléfono después de la fiesta y que le había resultado tan bonita que decidió imprimirla.

Aparecía con Mario al lado, que seguía con las gafas blancas de Kurt Cobain de desconocido propietario puestas y con uno de sus brazos apoyados sobre los hombros de su mejor amigo mientras le daba un trago a su botellín de cerveza. Él, en cambio, aparecía empapado, con el pelo echado hacia atrás en húmedos caracoles dorados y riendo, porque su compañero había soltado un chiste tan malo que incluso le hizo gracia. Aunque estaba borracho, por lo que eso ayudó un poco.

El chico sonrió sólo con verla.

Cabrón, cómo te quiero.

Se dio media vuelta, ensimismado, y dio un brinco en el sitio al encontrarse con Lily cara a cara: no esperaba ver a alguien tan de cerca nada más se girara, mucho menos a ella. Ni siquiera la oyó acercase, pisaba con la misma fuerza que un gato nocturno.

—¡Joder, qué susto!— exclamó tras llevarse la mano al pecho.

—Lo siento— Lo miró con una mueca incómoda. En cierto modo llegó a resultar sincera.

—¿Qué quieres?— Echó a andar hacia la biblioteca.

No aguardó a que llegara a su altura ni tampoco comprobó por encima del hombro si lo seguía. En realidad le daba igual. Al fin le daba igual.

—Saber qué le ha pasado a Nick, su moratón no tiene buena pinta. ¿Está bien?

Ángel se detuvo y después de planteárselo durante un momento, se giró hacia ella. Tenía los músculos tensos por culpa de su simple presencia.

Hacia mediodía su amigo había decidido quitarse las gafas de sol, alegando que la claridad no le molestaba tanto, y justificó su moratón con un supuesto golpe que se dio al ir borracho. Para todo aquel que no conocía la versión oficial, la historia tenía sentido, pero para los que sí sabían acerca de ella, bueno, la historia a la que no le faltaba la lógica era la del arrebato que tuvo Scott en el que a punto estuvo de darle una paliza a Tyler, adelantándose a Roma. Lo habían acabado expulsando hasta la semana siguiente por ello, aunque se marchó del centro con una sonrisa que rebasaba el orgullo.

—¿Desde cuándo te importa qué le pasa al resto?

El silencio resultó cortante, su pregunta sonó demasiado borde hasta para él mismo. Negó con la cabeza como si tratara de quitarle importancia al asunto, se acomodó la mochila a los hombros e hizo el amago de marcharse.

—Sé que la cagué contigo, pero parece que tú ni siquiera te molestas en recordar que también fui buena.

—¿Perdón?— Alzó las cejas, sorprendido, los labios entreabiertos por si se le ocurría algo mejor con lo que dar a entender sus sentimientos.

—Yo también fui buena.

Se acercó a Lily en un par de largos pasos.

—Me pusiste los cuernos, ¿lo has olvidado?— susurró, inclinado un poco hacia el frente para estar más cerca de su altura—. Y encima me los pusiste con un maldito gilipollas.

—Él no es gilipollas, Ángel, en esta vida todos tenemos problemas.

—Tú fuiste mi problema y quiero superarlo.

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora