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20 de diciembre de 2017, miércoles.

—Hola, mis queridísimos pupilos— saludó McMahon, recién entrado al aula—. Ya he corregido vuestros controles— Agitó el sobre de papel marrón que llevaba en la mano como prueba.

—Oh, mierda— masculló Jack detrás de Ángel y Mario mientras se hundía en el asiento—. Se avecina suspenso.

Sus amigos secundaron las palabras del muchacho con leves asentimientos de cabeza, el docente se sentó tras su escritorio antes de barrer la clase de una rápida ojeada de la misma forma en la que David observó con una de las cejas arqueadas los rostros de Ángel y Nick.

—¿Vosotros dos por qué decís que sí si vais a aprobar?

—Pues...— El rubio, sentado a la diestra del joven, se recostó contra su respaldo—. Decimos que sí porque vuestros suspensos son tan grandes que nos duelen también a nosotros.

—Si te creerás listo y todo.

Nick sacó un par de bolígrafos del estuche y se giró hacia su compañero de mesa con una sonrisa ladina. Le iba hacer tragarse sus propias palabras.

—Okey, ¿de qué está hecho el núcleo del átomo?— preguntó. La voz de McMahon, que repartía los controles, se escuchaba de fondo.

—Calla.

—En la tabla periódica, ¿Au a qué representa?

—El Au, no sé, pero la O sustituye a la hostia que te voy a dar— interrumpió Jack, dispuesto a salir en defensa de su compañero.

David le sonrió. Se levantó de la silla para acercarse al escritorio del docente al escuchar que lo llamaba.

—Hostia es con H— apuntilló Ángel, riendo. Se inclinó hacia la izquierda al ver que Mario pretendía darle un golpe, rencoroso.

Él y Nick tendrían que aceptarlo: eran tres contra dos, pero les hacía demasiada gracia chincharlos. Se molestaban rápido y respondían con aún más velocidad a los cebos que colocaban, sin duda alguna, era un entretenimiento de primera.

—Voto por matarlos— ofreció Jack junto a un desdén teatral.

Mario ladeó la cabeza como si se lo estuviera planteando mientras David regresaba a su sitio entre las mesas, llevaba una sonrisa ladeada en el rostro y agitaba los papeles del control con un entusiasmo que le había hecho olvidar la insignificante riña. Se dejó caer en su silla, la cabeza echada hacia atrás con orgullo, y miró hacia Nick antes de alzar el folio, más que nada para señalar la esquina en la que se apreciaba su nota.

—Un sesenta y tres sobre cien.

—No vale, los judíos sois inteligentes genéticos— gruñó Mario.

El pelirrojo soltó una risa, Jack aprovechó el momento para coger la prueba y mirar las cosas que tenía bien para comparar con las respuestas que él recordaba del suyo.

—Mira, te perdono la salvajada sólo porque has admitido que soy listo.

—Eh, yo no lo he admitido.

—Bueno, me da igual. Acaba de salirle competencia a Einstein y esto lo demuestra— Le quitó el examen a Jack, que torció la mueca y frunció el ceño, pues realmente se había concentrado en los resultados, y lució su nota por segunda vez—. Mira, mi camino al éxito.

—¿Einstein no era judío también?— le consultó Mario a Ángel. Éste asintió—. ¿Ves? Estás demostrando mi teoría— habló en dirección a David.

El aludido cruzó los brazos y puso los ojos en blanco por un segundo, hastiado, después se centró en McMahon al ver que le estaba dando el resultado de la prueba a Roma. La chica repasaba los ejercicios una y otra vez con unos gestos rápidos que podrían definirse como entusiastas, como estaba de espaldas era imposible descubrir su mueca.

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora