-61-

2.9K 279 189
                                    

23 de diciembre de 2017, sábado.

Arrugó la frente y frunció el ceño cuando a su tercer intento tampoco fue capaz de hacerle un buen nudo a la corbata. Ésta, al seguir sin atar, caía sobre su pecho en pequeños pliegues causados por sus diversas pruebas fallidas.

Con un cansancio de rastro molesto, se la quitó del cuello, la tiró sobre el escritorio y se recostó contra el respaldo de su silla, los pies firmemente apoyados en el suelo para balancearse a izquierda y derecha mientras contemplaba el reflejo de sus hombros y garganta en el pequeño espejo redondo que se había llevado al cuarto con la idea de vigilar sus gestos al tratar de atar la corbata. Al cabo de un rato, echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, exasperado.

—Ey, ¿tienes otro cable para el cargador? Se me ha jodido el mío— cuestionó Dante nada más entrar a la habitación de su hermano, ni siquiera había llamado.

—En la mesilla. Segundo cajón— respondió sin variar su postura, tirado sobre el asiento con los brazos cruzados delante de su abdomen y sin abrir los párpados todavía.

—Gracias— Sonrió, aunque sabía que él no podía verlo. Se acercó al mueble y, curioso, cogió el libro que dormitaba encima—. ¿Te estás leyendo Orgullo y prejuicio?

—¿Algún problema?

El mayor rió.

—No no— Buscó el cable que necesitaba, comprobó su estado y dirigió sus pasos a la puerta—. Pues eso era todo lo que necesitaba, amargado de mi corazón.

Ángel levantó la mano con el dedo corazón desenfundado, las carcajadas de su hermano le confirmaron que había visto su gesto. Dejó caer el brazo junto a un suspiro y se incorporó un poco para contemplar la corbata con la mirada entrecerrada, la agarró de vuelta cuando se le pasó una idea por la mente.

—¡Dante!— Se levantó de su asiento y en una larga zancada quedó plantado casi cara a cara con el joven—. ¿Me ayudas?

El otro dio media vuelta bajo el umbral, encogió los hombros antes de dejar el cable sobre la cama de Ángel y cogió el lazo que éste le cedía.

—Sabes que YouTube te enseña a hacer esto, ¿verdad?

—¿Y eso qué es?— Señaló su móvil, apoyado como buenamente se le ocurrió contra un portalápices para que aguantara de pie. En él se veía un vídeo de Internet pausado.

Dante le sonrió mientras levantaba las solapas de su cuello y pasó por ahí el complemento. Le echó un repaso rápido al adolescente antes de centrarse en el nudo para ver cuál era el conjunto que llevaba, resultaba bastante clásico y formal: camisa blanca conminada con unos pantalones de traje negros, el mismo color de su corbata, que más tarde o más temprano terminarían compartiendo look con la americana granate que descansaba en el respaldo de la silla. Se alejó un poco para poder verlo mejor, apenas un paso atrás, y Ángel torció la mueca. El lazo seguía sin nudo.

—¿Por qué me suena tanto la ropa?

—Porque la camisa, la chaqueta y la corbata son tuyas.

—Es verdad— Sin darse cuenta, las comisuras de sus labios se alzaron en un gesto lleno de cariño.

Le quedaba bien, la camisa podía llegar a ser la única excepción. Las mangas le cubrían tres centímetros más de lo necesario los puños y la línea de la costura que debía coincidir a la altura de sus hombros estaba algo caída, pero no era un detalle resaltable. Para ese día, además, parecía haber puesto algo de atención a la hora de secarse el pelo, pues por más largo de lo habitual que lo tuviera, las ondulaciones, que de por sí le surgían de manera natural, estaban mucho más marcadas de lo que solía tenerlas. Incluso sus ojeras se habían suavizado, debía haber dormido bien a la noche.

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora