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5 de noviembre del 2017, sábado.

David salió del garaje, seguido por la mirada de todos sus amigos, al escuchar a Cho llamándolo desde la ventana de su habitación en la casa vecina. El sol de la tarde hizo de sus mechones rojos un mar brillante de reflejos cobrizos.

—¿Qué pasa?— Alzó la vista hacia la joven con los ojos entrecerrados, la luz le molestaba un poco.

—Que sois un incordio— le soltó—. Bajad la persiana o algo, estamos intentando hacer el trabajo de McMahon.

—Pero si eso no hay que entregarlo hasta diciembre.

—Ya, pero somos unas inútiles— aseguró Roma después de ganarse un sitio en la ventana junto a su mejor amiga—. Bueno, yo soy una inútil. Ya me lo ha dejado claro Cho.

—¡Eh, que yo no te he dicho eso!

La otra joven apoyó un brazo sobre la madera del marco y se recostó en él de tal forma que quedó medio girada hacia su compañera, una suave brisa se enredaba entre los mechones oscuros de su pelo que alcanzaban la libertad del exterior. Había puesto su otra mano en la cintura, cerrada en un puño relajado.

—Literalmente has dicho que con mis capacidades mentales vamos a andar justas con el tiempo que nos ha dado.

—¡Qué feo eso!— Jack decidió meter más leña al fuego nada más situarse al lado de David.

Aquel día iba con unos pantalones vaqueros que le llegaban a las rodillas. No conocía el frío.

—¡¿A que sí?!— Roma se asomó hacia fuera para mirar al muchacho.

—Ya, y tú siempre me llamas cursi y no te digo nada.

—Es que eres muy cursi— Regresó su vista hacia Cho.

—Y a ti se te da mal Física, vamos a decir las cosas como son.

Roma se incorporó con las cejas arrugadas, poco después arqueó una de ellas solamente.

—¿Ah, sí? Pues vas a hacer el trabajo tú sola, yo me voy a ir a ver ensayar a...— Hizo una pausa y mantuvo los labios separados, luego miró a la pareja de amigos que las observaban desde el jardín delantero de la familia de David—, ¿a Pelusas Eléctricas?

Ángel, que vestía un jersey granate con un par de tallas de sobra, salió del garaje con la guitarra colgada a la espalda al oír que su voz dejaba al descubierto un tono ciertamente dudoso. Descubrir los nuevos nombres que le daban al grupo había terminado por ser un pequeño juego entre ellos dos.

—Hemos vuelto a cambiar— anunció—. Bueno, la verdad es que estamos teniendo una discusión sobre cuál poner ahora. Al parecer Hiedra Salvaje no está a la altura.

Su amiga fue incapaz de contenerse la sonrisa, divertida ante el absurdo hecho de que no pudieran acordar un nombre perpetuo. Él le devolvió el gesto, cómplice, con la remota sensación de estar viviendo de nuevo una de las escenas que tuvo que representar junto a Lily en su teatro de instituto, solo que en aquel momento no había guión de por medio ni Julietas desamparadas a la espera de un príncipe que diera sentido a sus días, mucho menos unos Romeos de valentía fugaz que más bien podría definirse como insensatez.

Estaba ella, la hermosa reina de la tormenta, y él, el ser insignificante incapaz de enfrentarse al caos. Al menos, así era como lo veía desde su perspectiva.

—Quiero ver el ensayo en directo— Roma se giró hacia Cho—. Y a ti que te den, me he enfadado.

—Rencorosa— le gruñó mientras la veía caminar hacia la puerta de la habitación, aunque tampoco pasó demasiado tiempo hasta que se decidió por seguirla.

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora