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Sabía que estaba dormido, pero a la vez era capaz de escuchar la voz lejana, embotellada, de McMahon. Ángel soltó un pequeño suspiro somnoliento mientras se balanceaba en la fina línea que separaba el sueño de la conciencia, aunque el momento de descanso no le duró tanto como hubiera preferido, pues no tardó en escuchar un golpe seco, chasqueante, cerca de él.

Se incorporó tan sobresaltado, con el corazón acelerado por la adrenalina del instinto que aún mantenía la humanidad, que terminó por inclinar la silla más de lo debido hacia atrás, cayendo junto a ella y parte de su material escolar al suelo. Un ruido metálico sonó en toda la clase cuando el asiento golpeó la superficie de baldosas frías.

—¡Mierda! ¡Sólo quería despertarte!— exclamó McMahon mientras rodeaba la mesa y Mario se inclinaba a recoger las cosas de su amigo entre carcajadas.

El chico se acarició la nuca, bajando un poco por la espalda, una vez se sentó en el suelo. El profesor no tardó en tenderle la mano para que se levantara después de poner bien la silla entre las mal disimuladas risas de sus compañeros de clase.

—¿Te has hecho daño?— le preguntó, preocupado.

Ángel bajó un poco la vista para poder mirarlo (McMahon sólo podía presumir de alto con Jack), negó con la cabeza y regresó a su sitio.

—Bien— suspiró—. Oye, no me importa que no prestéis atención porque yo os dejo, pero de ahí a dormirse...— rió mientras volvía a su mesa—. Por cierto, tus amigos te están cotilleando las cosas.

Se giró hacia los tres pupitres que tenía detrás donde Jack, David y Nick se agolpaban sobre una hoja que Mario les había pasado. Intentó quitársela de las manos, pero el pelirrojo, nuevo dueño proclamado del papel, se echó hacia atrás para que no lo alcanzara mientras los otros dos lo leían sobre sus hombros.

—Mola la canción, por lo menos lo que llevas de ella. Hace tiempo que no intentamos componer nada— dijo Jack.

—¿Cuándo has intentado componer tú?— le preguntó Nick, inclinado hacia el frente para poder ver a su amigo.

El otro chico le enseñó el dedo corazón.

—Oye, no hablarás de Lily, ¿verdad?— David bajó el papel para mirar a Ángel con unos ojos que le advertían de que lo mejor sería darle una respuesta en negativo.

—¿Qué? ¡No!— exclamó—. No— repitió en un tono más bajo al darse cuenta de que había gritado bastante, algunos compañeros incluso habían desviado la vista hacia él al oírlo.

—¿Y a que viene lo de "Should I hate you? And if I love you?"?

—¿Sabes a que viene eso? A que yo tengo imaginación, David. Me lo he inventado todo— gruñó.

Logró coger el papel al segundo intento sin demasiada resistencia por parte de su amigo y lo escondió entre las hojas de su cuaderno sin reparar en dónde acababa. Mario lo miró con un ceño fruncido que entrecerraba sus ojos mientras Nick esquematizaba las explicaciones de McMahon:

—Mientes de pena— Los dos chicos que se sentaban frente a él se giraron—. Aprende a mentir antes de hacerlo.

—Le dijo el cazo a la sartén— replicó Ángel.

—Pues la sartén será Mario, porque yo miento divinamente.

—¿Por qué me metéis a mí en el tema?— se sorprendió.

—Bienvenido a mi día a día— rió David, que se giró hacia Jack al ver la mirada que éste le echaba—. ¿Qué?

—¿En serio no sabes por qué siempre acabas metido en nuestras peleas?— dudó, divertido—. ¿En serio lo dices?

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora