Maiana Pasquarelli fue adoptada por un matrimonio italiano luego de unos pocos meses de su nacimiento. Cuando su padre adoptivo se entera de donde proviene ella, decide mudarse a Madrid, España con la escusa de un "cambio de aires", cuando en realid...
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—Despierta, vamos Mai —la voz de mamá se escuchó lejana—. Hemos llegado, nena —me zarandeó levemente, a "levemente" me refiero que casi me arrancó el brazo.
Abrí los ojos lentamente mientras miraba a mi alrededor algo perdida. Fruncí el ceño, usando mis manos para restregar mis ojos, hablé.
—¿Ya hemos llegado? —mi voz salió ronca debido a la pequeña siesta que había tenido.
Tenía entendido que el vuelo de Madrid a Roma duraba 1 hora con 40 minutos, aproximadamente. ¿Tan rápido había pasado el tiempo?. De todas formas estaba acostumbrada de que el tiempo pase volando cuando dormía.
—Así es, deja de ser tan perezosa y vayámonos. Necesito urgente un baño de agua fría.
Me levanté pesadamente de mi lugar asignado en el avión. No había duda que cuando llegara a casa dormiría nuevamente. Mamá me alcanzó mi bolsa junto con mi teléfono.
—¿Y papá? —le pregunté al no verlo a su lado.
—Ya ha bajado. Si no te has dado cuenta somos las únicas que estamos dentro del avión, sin contar a las azafatas y a los pilotos —su tono fue irritado. Mire a mi alrededor, sin duda éramos las únicas—. En verdad, ¿como haces para dormir tanto?. Aprovechas cada oportunidad para dormir, estoy pensando seriamente en llevarte a un doctor —rodé los ojos por aquello último. Rebusque en mi bolso mis lentes y me los coloqué.
—Sabes que lo único que sé hacer es dormir y bailar —le dije. Mi voz tenía un toque de burla.
—Lo sé, y sabes que estoy muy orgullosa, al menos por lo último —me guiñó un ojo y me sonrió —. Vamos.
Luego de haber bajado del avión nos dirigimos dentro del aeropuerto, dónde encontramos a papá con todas las maletas a su alrededor. Cuatro maletas grandes y dos más pequeñas de color azúl con lunares rosas eran mías, y de las otras diez, seis de mamá y cuatro de papá. Lo sé, suena exagerado, pero cuando en mi caso tienes mucho maquillaje, ropa, zapatos, trofeos y medallas, dos maletas no son suficientes.
—¿Cómo se supone que llevaremos todo esto? —dije al ver dieciséis maletas, cuando solo éramos tres personas. Sin duda no había pensado en eso cuando coloqué todo lo que pude en seis maletas.
—Tranquila, ya tengo todo asegurado —me contestó papá—. En unos minutos vendrán tus tíos Federico y Vincent.
Sonreí abiertamente.
Quería mucho a mis tíos Federico y Vincent y sin lugar a dudas eran mis tíos favoritos. Ellos eran mellizos, aún no sabemos por parte qué familia de los padres de papá, ya que en ninguna de las dos nunca tuvieron mellizos. El tío Vincent, siendo siempre el más responsable y maduro de los dos, tiene esposa y dos mellizos, Sam y Shelley, de 17 años. En cambio el tío Federico nunca duró con una novia y no tiene hijos.
