Maiana Pasquarelli fue adoptada por un matrimonio italiano luego de unos pocos meses de su nacimiento. Cuando su padre adoptivo se entera de donde proviene ella, decide mudarse a Madrid, España con la escusa de un "cambio de aires", cuando en realid...
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TRES AÑOS DESPUÉS...
Nerviosa terminé de colocarme las pestañas postizas. No lo podía creer, era mi último baile como alumna de la Academia de ballet.
Parecía ayer cuando cinco años atrás me habían dado la noticia que había sido elegida como una de las talentosas bailarinas, dándome la oportunidad de crecer como bailarina y persona en este magnífico lugar.
Sentía que en cualquier momento rompería a llorar, en cualquier comento las lágrimas se derramarían de mis ojos. Pero no lo podía hacer, todo tendría que salir perfecto y dudaba que una bailarina subiera al escenario hecha un manojo de lágrimas se acercara a lo perfecto.
Giré sobre mis talones para encontrar a Camila en la puerta de mi camerino. Estaba hermosa con su vestimenta igual a la mía y maquillaje, lista para impresionar.
Dibujé un sonrisa triste en mis labios, sería la última vez que la vería, luego de esta noche ella volvería a su país.
—No pongas esa sonrisa triste —me regañó, mientras entraba al camerino—. Tenemos que disfrutar de las últimas horas que nos quedan como alumnas de este lugar —se sentó en uno de los pequeños sofás, cuidando de que su atuendo no se estropeara.
—Es difícil —me encogí de hombros —. Luego de tantos años nos encontramos aquí. Nuestro último baile —mi vista de nubló. Unos brazos me rodearon por detrás.
—Oh, nuestra Mai esta sentimental —bromeó Tamara, dejó un beso en mi mejilla—. Uhg, sabes a maquillaje.
Rodé los ojos.
Salió detrás de mí para sentarse junto a Camila.
—¿Qué harán luego? —preguntó Tamara.
—Cenaré con mi familia —contesté, comenzando a caminar por el pequeño camerino para disminuir los nervios.
—No me refería a eso, princesa —la miré mal. Odiaba que me llamaran de esa manera, para ellas simplemente era Maiana, punto —. En fin —dijo, ignorando mi mirada —, me refería a que harán cuando ya no seamos alumnas de la Academia.
—Volveré a casa con mi familia y seguiré mi carrera de bailarina allí —nos informó Camila, aunque ya lo sabía.
—Mi abuela platicó conmigo a cerca de dejar a mi cargo la Academia, pero aún no lo sé —me escogí de hombros, mientras hablé—. Es decir, amo bailar, amo todo lo que tiene que ver con ballet, pero creo que prefiero seguir mi carrera de bailarina y no encerrarme entre cuatro paredes a dar órdenes y dirigir una Academia.
—Es una gran oportunidad dirigir esta Academia, pero has lo que tú creas correcto —dijo con una sonrisa Tamara.
—Gracias —susurré.
—Iré a Moscú, probaré suerte allí —habló Tamara, mientras pasaba sus manos por su tutú.
