Capítulo 5

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Los ojos azules de Wil chocaron con los míos. A diferencia de la última vez que salimos, él no llevaba lentes de sol. Una sonrisa torcida tiró de sus labios, mientras recorría mi vestimenta con sus ojos haciendo que la incomodidad se adueñara de mi.

—Te ves bien —dijo cuando sus ojos miraron los míos. Dejé a un lado la vergüenza y lo incomodo que me hacía sentir que alguien me mirara atentamente y recorrí fugazmente su cuerpo.

Su cabello estaba escondido dentro de una gorra de lana de color negro, le hacía ver sexy, muy sexy. Una remera de cuello V color blanco y una chaqueta de cuero negra desprendida cubría su torso y brazos. Más abajo unos jeans negros medios ajustados y unas vans negras completaban su atuendo.

—Lo mismo digo, Wil —le regalé una sonrisa ladeada.

—Nena, yo siempre me veo bien —me guiñó un ojo divertido. Rodé los míos aún con una sonrisa estampada en mi rostro.

—¿Tendré que lidiar con un chico que tiene el ego por las nubes? —hice un puchero.

Dio un paso hacia mi y luego acercó su rostro al mío. Él estaba tan cerca de mí que podía sentir su respiración mezclarse con la mía. Miró mis labios y luego los ojos.

—Tendrás que lidiar con un chico que quiere besarte —su voz salió en un susurro. Un ronco y varonil susurro.

Conteniendo la respiración, fijé mi vista unos segundos en sus labios. Pensé cómo se sentiría tener sus labios contra los míos. Sentí unas inquietantes ganas de traerlo hacia mi y estampar sus labios junto a los míos. Tomando la poca cordura que me quedaba me alejé de él, volví mis ojos a los suyos y luego arqueé una ceja.

—Eso no sucederá —le regalé una sonrisa torcida y me alejé de él yendo en dirección a su auto.

—Eso está por verse —habló Wil, rozó sus labios contra mi oreja, sentí como sus labios se curvaron en una sonrisa y luego dejó un sonoro beso allí.

Este chico me volverá loca.

Pasó por delante de mí y abrió la puerta. La sonrisa torcida jamás se alejó de su rostro mientras yo subía a su auto Peugeot RCZ color negro. Luego de cerrar la puerta rodeó el mismo y tomó asiento a mi lado. La sonrisa seguía estampada en su rostro, y yo muy lejos de sentirme incómoda por sus últimas palabras me encontraba totalmente a gusto.

—¿Cuántos autos tienes? —pregunté sin pensar. Pero en mi defensa, las tres veces que lo he visto fue en autos diferentes.

Y la curiosidad es uno de mis mayores defectos.

—Éste es de un amigo —dijo. Encendió el auto, segundos más tarde dejamos mi casa atrás—. Entonces... ¿Qué deseas almorzar?.

—Desde hace días se me antoja una buena pizza con mozzarella —hablé imaginando una rica pizza humeante con mozzarella.

La ballerine (COMPLETA)Onde histórias criam vida. Descubra agora