Maiana Pasquarelli fue adoptada por un matrimonio italiano luego de unos pocos meses de su nacimiento. Cuando su padre adoptivo se entera de donde proviene ella, decide mudarse a Madrid, España con la escusa de un "cambio de aires", cuando en realid...
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Nuevamente estaba entre sus brazos. Su fragancia, su dulzura. Volvía a estar entre los brazos de Josh.
Volvía a estar en casa.
La sensación tan hermosa al estar con una persona amada estaba allí. Nuevamente me volvía a sentir feliz, completa. La culpa había desaparecido, al igual que el dolor tan abrazador que siempre habitaba en mi corazón.
Sin siquiera notarlo comencé a sollozar sobre su pecho. Él no decía nada, solo me contenía y apretaba su agarre a mi alrededor.
Se sentía tan bien tenerlo nuevamente.
—Te eché de menos —hablé en medio de mi llanto—. Lo lamento tanto.
—Tienes que aprender a dejarme ir —sus palabras fueron suaves, llenas de amor, sin embargo escucharlas había sido como un puñetazo en mi estómago.
Me separé de él dolida. ¿Cómo siquiera se atrevía a pedirme eso?. ¿Cómo lo dejaba ir?.
¿Cómo olvidaba a alguien a quién le había entregado mi corazón de la forma más sincera posible?.
Josh no podía estar diciéndome eso. Me rehusaba a dejarlo ir.
Negué repetitivamente con mi cabeza. Él me observaba con pena. No quería que me viera de esa forma.
—No —di un paso hacia atrás—. No puedes pedirme eso —las lágrimas comenzaron a quemar mis ojos y pronto comencé a ver borroso por ellas.
—Escúchame, por favor —casi rogó. Parecía preocupado—. No puedes seguir culpándote. Fue mi decisión.
Negué, dejando que las lágrimas salieran sin control.
—Hice lo que sentí correcto. Lo hice por amor.
—¡No tenías que seguirme!. Por mi culpa ya no te tengo a mi lado —sollocé sin control—. Ya no tengo a nadie.
Sentía un dolor punzante en mi cabeza y el pecho me comenzó a arder.
—No —Josh avanzó hacia mi—. Tienes a tu familia y amigos —tomó mi rostro entre sus manos—. Tienes a Wiliam.
—Pero...
—Pero nada. Estoy convencido de que tu familia te ama y siempre estará para ti, al igual que Wiliam —comenzó a limpiar las lágrimas que corrían por mis mejillas—. Él es un buen hombre. Veía como él te observaba. Wiliam te hará feliz, ya lo veras.
—No quiero olvidarme de ti —mi voz salió en un hilito.
—No se olvida a una persona, solo se sigue adelante, recordando todo lo bueno que has vivido con ella —acercó sus labios a los míos—. Por favor, Maiana, sigue adelante. Déjame ir.
