Capítulo 6

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—Battement fondu en segunda posición a cuarenta y cinco grados, ahora —ordenó Natalia

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Battement fondu en segunda posición a cuarenta y cinco grados, ahora —ordenó Natalia. Ella era hasta ahora la profesora más exigente de esta academia.

Me gustaba. Siempre creí que los profesores más exigentes eran los mejores. Se supone que nos tienen que formar y sacar lo mejor de nosotros, y sin duda profesores como ella lo hacían.

Había crecido rodeada de profesores igual de exigentes, eso me ayudó a dar lo mejor de mí en cada clase y sobre todo arriba de un escenario. Me perdí varios momentos importantes de mi niñez y adolescencia por el ballet, pero valió la pena. Jamás había salido de fiesta, fumado o mucho menos consumido alcohol, nunca me había hecho un tatuaje, cosa que a esta edad es muy normal y tampoco tenía piercing en ningún lugar de mi cuerpo.

Eso, de alguna forma era lo más hermoso para mis padres. Una hija que no salía de fiesta ni nada por el estilo y que sólo dedicaba sus días al ballet era bastante bueno. Sin contar que durante mis casi dieciocho años sólo había tenido un novio, y eso era un alivio para mi padre.

—¡Maiana, estira más la pierna derecha! —el grito de la profesora me sobresaltó—. ¡Estás muy distraída! —los ojos cafés me regalaron una mirada severa—. Ven al centro, harás arabesque y quedarás diez segundos sobre la punta —caminé hasta el centro del aula y me coloqué en posición. Conocía muy bien esa posición, era uno de los que Odette hacía en el lago de los cisnes. Desde que tenía quince años quería interpretar ese papel, pero nunca se dio, ya que ese papel le daban a las chicas de diecinueve a veinte años.

Bajo la atenta mirada de mis compañeros comencé a colocarme en posición, para luego ponerme de perfil, apoyado una pierna recta y la otra pierna levantada detrás y estirada. Por último quedé sobre mi zapatilla de punta los segundos que la profesora me había pedido. En el aula solo se podía escuchar la suave melodía que desprendía a través de los parlantes. Una vez terminado recibí miradas sorprendidas y también socarronas.

—Tienes muy buena técnica, Maiana —eso, hasta ahora había sido lo más cercano a un halago durante estas tres últimas horas de parte de Natalia—. Sigue así y podrás ser la siguiente Odette —sin poder evitarlo una sonrisa tiró de mis labios—. Puedes volver a tu lugar —ordenó. Caminé hasta la barra y me coloqué entre una chica y un chico.

El chico que estaba adelante giró levemente hacia mí.

—Eso fue muy impresionante —susurró—. Por cierto, soy Max —me sonrió.

—Gracias -agradecí con una sonrisa—. Mucho gusto, Max.

—Eso fue lo más sencillo que he visto. Hasta una niña de ocho años lo haría mejor que tú —la venenosa voz de la princesita llegó a mis oídos. Ella se encontraba delante de Max.

—Muchas gracias, princesita —le dediqué una sonrisa sarcástica—. Trataré de mejorar —le guiñé un ojo.

—Me parece perfecto que sepas con quién estás tratando —me miró de superioridad. Rodé los ojos. Ella sí que podía ser irritante las veinticuatro horas del día.

La ballerine (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora