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Esa frase, tan sólo esa frase hizo que me estremeciera y que llegaráa sonrojarme más.

Entre a mi clase, con la cabeza agachada. Mis amigas supieron de inmediato lo que me pasaba.

Paso el fin de semana, regresando el lunes lo encontré al lado de las escaleras, me miró y sonrió, vi como se levantó y se acercó a mi

Sólo con ver eso sentí mi cara arder, no podía ser posible, otra vez paso y el no pudo no notarlo e incluso decírmelo.

"Otra vez sonrojada, mi pequeña"

No supe como responderle, sólo me encogí en mi lugar y agache la cabeza. Al parecer no le gustó mi reacción, pues puso una mano en mi barbilla para levantarla logrando que hiciéramos contacto visual.

Esos ojos, aquellos ojos oscuros y profundos estaban mirándome fijamente, como si estuvieran tratando de saber lo que sentía y pensaba a través de los míos.

"Que no te de avergüenza, está bien, te vez muy linda" dijo mientras una sonrisa se formaba en su boca "
... mi pequeña" terminó así la oración, afatizando la palabra Mi, sin separar su mirada de la mía.

Esa frase fue peor que la anterior, creando un efecto aún más grande que la anterior, sentía que mi corazón saldría de su lugar y mis mejillas ardían demasiado.

Había una parte en esta frase que fue la que literal hizo que perdiera mi mente totalmente, no dejaba de repetirse en mi cabeza

"... mi pequeña"

Palabras de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora