No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
Una tarde hablamos e intenté hacerle ver que encontrarnos no era una casualidad y que mi misión en la vida era hacerlo feliz y dejar que él me hiciera feliz. Sebastian era tan distinto y por ello me atraía y me gustaba como ningún otro hombre me había gustado, sin embargo mis días a su lado eran como una montaña rusa cargada de muchas emociones, días buenos y días malos, alegrías y discusiones, ganas de amarnos y ganas de estar lejos uno del otro. No lograba entender la clase de amor que me tenía; me cuidaba y me apoyaba, me hacía sentir querida y valorada y al día siguiente aquello parecía sólo un sueño, era como si pudiera transformarse de la noche a la mañana. Me hacía sentir como una marioneta que lo distraía en sus tardes aburridas y él solamente era un buen domador de títeres.
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