No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
Cuando volví a la ciudad, la vi un par de veces en la cafetería de siempre, caminamos por el parque. Nos conocimos un poco más, en una ocasión la acompañé hasta la puerta de su apartamento, ella me invitó a pasar, pero sabía que no debía. Nunca nos volvimos a besar y ninguno de los dos volvió a hablar sobre ese tema así se fueron yendo los días hasta que una tarde me entraron muchas ganas de verla y de abrazarla y decidí que iría a buscarla, quería verla sonreír, deseaba hacerla feliz, quería sentir el sabor de sus labios. No obstante todo mi miedo y todo mi pasado me detenían, no había sanado por completo y así no sería capaz de amar a otra mujer. Las cuatro paredes de mi habitación se enteraban de mi inquietud pensandola una y otra vez, caminando de un lado a otro, intentando descifrar que era lo mejor que podía hacer y al final lo decidí.
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