No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
Sebastian estaba un poco extraño cuando me senté frente a él. Habíamos quedado para tomarnos un café y después de ordenar las bebidas; me confesó que no me ama, mientras sus palabras hacían ruido en mi cabeza; sentí como me faltaba la respiración y como mi garganta se iba secando poco a poco, algo revoloteaba en mi estomago mientras que mi corazón se encogía de dolor. Lo amo demasiado para ser capaz de asimilar una noticia tan repentina después de todo lo que hemos vivido uno junto al otro. Me siento la más tonta porque creí en cada momento que me hizo feliz, le confié uno por uno mis secretos y estuve con él y para él. Me había idealizado un hogar a su lado y me había imaginado una familia juntos. Aquella tarde, pensé que iba a volverme loca de la decepción causada, después de haberme permitido amarlo tenía que mantenerme en pie para continuar mi camino una vez más, sola, sin el apoyo y sin ayuda de nadie.
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