No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
Aquella noche llegó Andres y me pidió que lo acompañara a dar un paseo, llevábamos unos meses saliendo y aunque lo quería mucho, yo no estaba enamorada de él. Cuando volvimos a mi apartamento encontré cena sobre una mesa decorada con pétalos de rosas y velas rojas, me pareció una hermosa sorpresa, no obstante lo que prosiguió me incomodó un poco, no estaba preparada para responder con un si a su petición. Después de la cena me entregó unos chocolates y un hermoso collar y junto a esos detalles sacó una bella caja de terciopelo en color negro y al abrirla se arrodilló frente a mi para pedirme que me convirtiera en su esposa. El anillo era precioso. —Andres yo... agradezco que me elijas para tu esposa, pero... no es el momento. Lo siento, no puedo aceptar. —Lo entiendo, quizá me precipite, pero quiero tenerte a mi lado para siempre. —No, más bien creo que tienes miedo de perderme incluso antes de tenerme y eso no está bien. —Yo... de verdad quiero que seas mi esposa. —Lo siento, no estoy lista para dar ese paso.
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