No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
Amaneció un nuevo día con todos mis ánimos por verla y sin mis ganas de lastimarla, era tan complicado debatir entre aquellos dos pensamientos que me indicaban diferentes formas de actuar. Dejar de pensar en Lesly era muy difícil, no lograba entender como ella había llegado a revolver tantas emociones dentro de mí en tan poco tiempo. Uno no tenía que aprender a quererla, uno la quería y ya; así sin vacilar y sin pensarlo dos veces. No era de esos vicios que tomas por costumbre, era más bien de esos vicios que te permiten continuar con vida y que son necesarios para sobrevivir. Todo lo que era ella no existió antes y no existirá nunca. Fui por café con la esperanza de encontrarla, pero el destino me castigó por haber tomado una decisión tan a prisa. No estaba en la cafetería, ni en el parque, ni en las calles. El único lugar donde la encontré fue en mi memoria, como siempre; dulce y silenciosa. Con una mirada tan profunda y con su cabello castaño jugueteando con el viento, con sus pasos firmes entre las hojas secas y con sus manos ocupadas por un café, con su boca entre cerrada y con su sonrisa ansiosa por mostrarse pero con miedo de romper corazones o de romperse a sí misma. ¿Qué le pasaba a Lesly que no quería romper su burbuja? Algo muy fuerte la abrazaba que no le permitía ser feliz. Volví a casa y me di cuenta que sin su presencia y sin su compañía mi día había sido un día menos, un día más. La pensé una y otra vez hasta que sin darme cuenta me quedé dormido.
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