No sabía cuan grande era mi capacidad de amar hasta que me enamoré de ella, pero no podía dejar que descubriera mis sentimientos. No estaba preparado para ser el hombre que toda mujer necesita.
De algún modo ya estaba enamorado de la libertad y eso...
El viaje se mantuvo muy entretenido. El paisaje que nos rodeaba era uno de los mejores de todo el país, la brisa fresca entraba constantemente por las ventanas del autobús y de vez en cuando se escuchaban pájaros cantando alegremente, a ellos se les unían los jóvenes que nos acompañaban con sus risillas imparables que contagiaban a cualquiera. Adrian y yo conversamos de todo un poco y en cuanto llegamos me ayudó a cargar mi maleta, su amabilidad y su caballerosidad lo hacían distinto del resto de acompañantes. Aunque estaba segura que sólo quería impresionarme, también había algo en él que me indicaba que ser así era parte de su personalidad. En ese momento una mariposa monarca pasó volando junto a mí y se posó sobre mi hombro descubierto. —Te ves muy preciosa junto a tu nueva amiga—. yo solo sonreí y casi en un gesto torpe le di las gracias sin más.
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