Capítulo II - Park Jihyo

495 60 22
                                    


— Pero disculpe, acaso escuché bien... ¿tiene planeado demoler el recinto?

— Es lo que he intentado explicarle, Doctor Kim. Créame que no es algo que haya decidido a la ligera, pero por las circunstancias que adjunto aquí en este folio tengo que hacerlo.

— Pero... no es posible tal atropello. ¿Qué será de las personas que encontraron en este albergue un hogar donde vivir?

— Doctor, como se lo expliqué, tenemos a bien refugiarlos en tiendas de campaña que se encuentran a 6 kilómetros al sur de Seúl, en un descampado valle, por eso yo...

— Eso, con todo respeto, es tomar este caso muy a la ligera.

— ¿Cómo dice?

— Que eso, señor ministro, es tomar este caso muy a la ligera.

— Lo lamento, Doctor, esto realmente escapa de mis manos.

— ¿Qué es... esto?

— Firme aquí, por favor, y no hagamos más problemático el asunto.

— Y... solo por simple curiosidad... ¿qué pasaría si no accedo a su petición, señor ministro?

— Escuchó que mencioné la palabra "problemático", ¿verdad? Pues sería darle frente a eso justamente, a los problemas.

— ...

— Por favor, tome mi bolígrafo.

— ¡NO LO HAGA, SEÑOR KIM!

— ...

— ...

— ¿Y esta jovencita... quién es?

— No, señor ministro, déjeme esto a mí. Verá, ella es una gran colaboradora de este albergue, pero por favor, disculpe usted su...

— ¡Basta de decir eso, señor Kim! Todos aquí sabemos que esto es un total atropello a nuestros derechos.

— Descuide, Doctor Kim. Más bien... quisiera saber tu nombre, jovencita.

— Park Jihyo, y déjeme decirle que si planea demoler el albergue deberá pensarlo dos veces antes.

— No puedes hablar en serio. Estas son órdenes del superintendente. ¿Cómo podrías abolir una decisión así, eh?

— D-Disculpe, señor ministro. ¡Jihyo! Por favor, ya basta.

— Apuesto a que a usted le conviene que el señor Kim firme el documento y listo, ¿no es así? ¿Qué pasará si lo lee primero? ¿No sería lo correcto?

— Pues... verás... n-no poseo mucho tiempo como para...

— ¿Me dice que no posee mucho tiempo? ¿Y aun así usted se apersona y nos da esta 'gran' noticia? ¿Así nada más?

— ¡Basta, Jihyo! Regresa al albergue, por favor.

— ¡Pero... señor Kim!

— Está bien.

— ¿Eh?

— Doctor, usted ya tiene el folio con los motivos que, como lo mencionó esta jovencita, tiene que leer previamente antes del inevitable desenlace.

— ¿Inevitable... desenlace?

— Volveré mañana para registrar su firma en el documento...

— Se ve que es una persona muy confiada.

— ...

— ¿Por qué me mira así, Señor Kim?

— ¡Jihyo! ¿Por qué le dijiste esas cosas al ministro? No es la manera más adecuada para...

— Señor Kim, disculpe pero... ¿acaso ha visto respeto por parte de estas personas cuando se refiere a usted, o a este humilde albergue que con tanto esfuerzo ha logrado edificar?

— Jihyo...

— Entiendo que es difícil, pero... leamos los documentos primero. No debemos de tomar estas cosas a la ligera, así como lo hace ese ministro.

— Sí, tienes toda la razón, aunque la verdad no encuentro salida esta vez.

— Descuida, Señor Kim, todo saldrá bien. Usted me dijo que con mucho esfuerzo se pueden conseguir las cosas. Hagamos de esto una gran oportunidad para lograr evitar que demuelan el albergue.

— Gracias, pequeña. Realmente desde que llegaste le has dado luz a este lugar. Creo que te debo más de lo que pueda yo imaginar.

— Mi recompensa es que usted y todos aquí estén bien.

— Sabía que dirías eso.

— Y yo sabía que usted lo sabía.

Luego de ello, dos sonrisas que si bien es cierto distaban en generaciones, esa vez se compenetraron de tal manera que uno supondría ver una hermosa escena familiar. Y es que eso inspiraba Park Jihyo: una joven de 15 años que, como lo mencionó el Doctor Kim, llegó al albergue para brindarle luz y esperanza a quien se cruzase en su camino. Con un aura madura, determinación y un sentimiento de ayuda desinteresada y sincera, suele ir a la escuela por las mañanas, y en la tarde recorre la ciudad con el único fin de ayudar a quien lo necesite, cual vocación que habita en sus venas y derrocha sin el más mínimo reparo.

Luego de emprender una difícil conversación con el ministro encargado, Jihyo se dispuso a ayudar con los documentos descritos en el folio al Doctor Kim, pero ella lo sabía muy bien: la prioridad eran las personas, los que con un instante de fe acudieron a este su paraíso, su sustento de vida. Así pues, subió a los cuartos, se dedicó una vez más a atender a los enfermos, a los que requerían cuidado, a alimentar a los que necesitaban de alimento, a saturar las heridas de los desamparados... a otorgar alegrías efímeras, pero que pareciesen eternas.

Pero sí, tengo que decirlo, sé que hay una vez más demasiadas preguntas de por medio. ¿Cómo ella puede tener esta firme dedicación y ser de tan corta edad? ¿Acaso tiene que ver mucho las huellas que ella ha dejado en su camino? ¿La vida misma le ha permitido poseer esta hermosa virtud? Por ahora esas preguntas resonaban y formaban parte de la bondad de sus acciones, y eso el Doctor Kim lo contemplaba al momento de visitar los alrededores.

— ¿Jihyo?

— ¿Sí, señor Kim?

— Creo que es hora de irte a casa, pequeña, mira la hora que es. Sin duda mereces descansar.

— ¿Usted lo cree, señor?

— Solo basta con mirar tus ojos cansados, Jihyo.

— Está bien, pero no falta calentar la comida para...

— No, Jihyo, ya lo hiciste hace 20 minutos.

— ¡S-Sí, es cierto...!

— Con cuidado. Buenas noches.

— Buenas noches, señor Kim. Mañana volveré.

— Te estaremos esperando aquí.

— Lo sé.

Somos Tú Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora