Prólogo

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Desde niña siempre he trabajé en lo que pude, incluso llegué a vender golosinas en la calle y jamás he sentido vergüenza por ello

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Desde niña siempre he trabajé en lo que pude, incluso llegué a vender golosinas en la calle y jamás he sentido vergüenza por ello. Trabajo es trabajo, de igual manera tenía comida en mi mesa y algunas veces podía darme pequeños gustitos, como comprarme un chocolate.

Mis padres se casaron a la edad de dieciséis años, obligadamente, ya que mi madre estaba esperando a su primer hijo, mi hermano Daniel. Sus padres, mis abuelos, la echaron de la casa por haber incumplido sus reglas ya que castigaban el sexo antes del matrimonio debido a la religión, así que no le quedó más remedio que marcharse con el padre de su bebé o se quedaría en la calle.

Con millones de promesas hechas pero jamás cumplidas, el tiempo pasó para ellos y habían conseguido una pequeña casa que con el paso del tiempo se deterioró demasiado, al igual que sus personalidades y su relación. Mi padre se convirtió en alcohólico y abusivo, según él porque perdió su trabajo cuando estaban por tener a mi hermana, mientras que mi madre se dedicó a criar a sus cuatro hijos. Daniel era el mayor, Lidia le seguía, luego vine yo, y finalmente mi hermano menor, Dante.

Recuerdo pocas cosas de mi infancia ya que por el trabajo casi nunca podía regresar a casa antes de la medianoche, pero sí recuerdo lo mal que mi padre trataba a mis hermanos mayores y a mi madre, a todos en realidad, tanto así que Daniel se volvió un drogadicto y ladrón y se marchó de la casa antes de cumplir los quince años, nadie sabe dónde, ni con quién, ni siquiera si continúa con vida porque una vez que se marchó, juró nunca regresar, y Lidia, bueno, ella se marchó con un hombre mucho mayor un año más tarde de lo de mi hermano. Me sentía bien por ella, porque luego de marcharse cada tanto la veía en la calle con su porte de señora madura y tiene hijos, sí, mi hermana es madre, aunque se ha olvidado por completo que ella también tiene una ya que nunca nos visitó, ni una vez. Creo que verla avanzar me hizo darme cuenta de que para hacerlo, debía dejar a mi madre como ellos lo hicieron. Jamás regresaron, y no sé qué me dolió más, si el que se marcharan o el que mi padre nunca los echó de menos, ni una sola vez.

Ahora solo quedamos solo Dante y yo. Mi hermano tiene dieciocho años pero jamás ha trabajado. Mis padres lo mantuvieron a salvo mientras que mis hermanos mayores y yo, tuvimos que trabajar desde niños. La historia de él es algo simple: nunca trabajó porque es el amor de mi padre. No se repitieron los papeles justamente porque papá prefirió trabajar y mantenerlo, a enviarlo como a nosotros a la calle siendo un niño. Una clara demostración de que tanto mis hermanos como yo, le valemos mierda. Lo peor de todo no era que él se quedara en casa a tratar de terminar su secundario con pocas ganas, sino que es la viva imagen de mi padre, un vil alcohólico.

Así que solo quedo yo. Nadie trabaja en esta casa más que yo porque cuando me hice mayor, papá perdió su empleo de medio tiempo y me toca mantenerlos a todos, sin embargo, nunca es suficiente para ellos.

Abro la puerta de casa con un notable suspiro, siempre me fastidia la vida y mi total existencia esa puerta de porquería. Cuando finalmente logro abrirla, no me parece extraño ver a mi padre durmiendo el sofá con una botella de licor en sus manos. Sus pantalones están rasgados, su barba demasiado creciente y para completar todo su atuendo, no lleva una camisa puesta, así que tiene su barriga de alcohólico al aire libre. Con el moho que tiene esta casa que se cae a pedazos, no comprendo cómo no agarró una pulmonía a este punto si prácticamente vive desnudo.

Entre Sábanas de Seda (AQS #1)Where stories live. Discover now