¡Primer libro de la serie Amores que Sanan! Versión 2021.
Con un padre y hermano alcohólicos, Lia pasa su vida trabajando para saldar sus deudas y se prepara para saldar la siguiente en un reluciente bar de Santa Mónica.
Rodeada de personas con din...
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Abro los ojos asustada. Lo último que recuerdo es a mi padre con sus manos sobre mi cuello.¿Cómo puede alguien odiar tanto a su propia sangre? ¡No lo entiendo!
Respiro agitada, observo a mi alrededor y estoy en la misma habitación que antes solo que ahora estoy sola. Mis manos tiemblan y trato de ponerme de pie pero continúo algo mareada, así que termino recostada.
Las imágenes van regresando poco a poco a mi mente, cómo abrí encontré a mi padre observándome como si fuera la peor mierda del mundo, las palabras tan groseras que dijo sobre mí, pero más que nada su deseo de verme muerta.
Estaba tan asustada, sentí que me moría cuando puso sus manos sobre mi cuello y apretó. El aire me faltaba, mis ojos ardían por la falta de oxígeno en mi cuerpo y sus ojos, jamás lo había visto disfrutar tanto el golpearme.
Mi propio padre me quiere muerta.
Sentí miedo durante muchos años de que ingresara a mi habitación y tratase de golpearme hasta dejarme inconsciente, pero ahora no quería eso, ni siquiera herirme, él solo... me quería muerta. Lo vi en sus ojos.
Un jadeo abandona mi garganta y duele como la mierda pensar en que a pesar de haber sido todo un sueño, se sintió demasiado real.
¿Por qué no puedo librarme de él ni siquiera en sueños?
Las lágrimas abandonan mis ojos y ruedan por mis mejillas cuando la perilla de la puerta gira. Inmediatamente me cubro el rostro porque tengo tanto miedo de que pueda ser él. Ahora me encontró, no va a perderme de vista, lo sé.
—Todo está bien, Lia, nadie va a herirte—la gruesa voz de Hudson llega antes de sus manos a mis brazos. Deja mi rostro al descubierto y no puedo respirar con normalidad. Estoy sufriendo un maldito ataque de pánico. —Respira, tranquila. Estás a salvo, lo prometo.
De repente me encuentro entre sus brazos, siendo abrazada por el hombre que me humilló a más no poder cada que tuvo oportunidad, y no hay que ser adivina para saber que su cambio se debe a que ahora lo sabe todo.
Sabe el abuso de mi padre, los golpes, conoce toda la historia o parte al menos, porque ahora recuerdo su imagen golpeando a mi padre hasta hacerlo sangrar dentro de mi pesadilla.
Él me protegió.
—No... no quiero tu lástima—tartamudeo entre lágrimas, tratando de alejarme.
—No es lástima, es admiración—suelta, sorprendiéndome. —Jamás pensé que hubieras pasado por tanto y lamento haber complicado todo siendo un imbécil. De verdad, lo lamento.
Sus palabras son reconfortantes para mi atormentada alma en estos momentos, porque con las hormonas, todo lo que pasó desde el momento en que quedé embarazada hasta ahora, mis emociones me están sobrepasando.
Jamás pensé en pasar por todo esto, mucho menos sola, pero el saber que al menos alguien me abraza, aunque el tipo sea un completo imbécil y no se merezca siquiera el saludo, me reconforta un poco.
