¡Primer libro de la serie Amores que Sanan! Versión 2021.
Con un padre y hermano alcohólicos, Lia pasa su vida trabajando para saldar sus deudas y se prepara para saldar la siguiente en un reluciente bar de Santa Mónica.
Rodeada de personas con din...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—No puedo creer que sea tu empleada. ¿Ya te la tiraste? Joder, de ser mía la tomaría cada noche—musita Claine, luego de masticar su hamburguesa.
—¿Cogerla? Yo le pido matrimonio, así de simple—confirma Harry.
Muevo mis pies con impaciencia porque deseo tanto que el maldito juego acabe para que todos estos idiotas regresen a sus casas y dejen de pensar lascivamente en la mujer que ojalá, ya esté dormida en mi cama.
No presto atención al juego, lo único en lo que puedo pensar es en Lia, mis amigos y el hecho de que casi la vieron desnuda.
No estoy acostumbrado a pensar tanto en mujeres, de hecho, de ser Camille me importaría una mierda, pero con Lia es diferente. Admito que tengo sentimientos encontrados por esa mujer, pero es que simplemente me cabrea tanto que pienso en ella todo el tiempo. Y ahora, mis amigos también lo harán, al parecer.
—¿Por qué dijo que es tu sirvienta?—pregunta Brennan en voz baja y con el ceño fruncido.
—Porque yo se lo pedí—respondo. Mis manos duelen de tanto presionarlas. Quiero hacer algo al respecto, pero nada de lo que quiero hacer es correcto porque en lo único en que pienso es en azotar ese culo y dejar mi mano marcada en su piel.
—Tendrá a tu hijo—dice mi amigo. Claro, como si no lo supiera ya. Eso es lo que me cabrea, que yo se lo pedí pero me molestó el oírlo de su boca. —No puedes tratarla de esa forma porque...
Brennan se detiene cuando la puerta se abre. Todos mis amigos giran su rostro y la mandíbula se les cae, están impactados, babeando y veo porqué cuando observo en la misma dirección.
—Olvidé mi móvil, lo siento—dice en un susurro mientras camina por la habitación. Se pasea a paso lento mientras la bata de seda apenas y le cubre los pezones. Se ha quitado la parte superior de su bikini y ahora es tres veces peor el impacto que tiene en mis compañeros y en mí.
Se agacha y las tetas le cuelgan, llamándome a lamer cada parte de esa belleza. Llenas, grandes y duras como me gustan. Mi polla está a punto de explotar dentro de mis pantalones, más cuando veo que lleva solo una tanga de hilo puesta debajo.
—Puta madre—dice uno de mis amigos.
Su mirada conecta con la mía y no veo ni un solo atisbo de verguenza de su cuerpo, ni de lo que está haciendo porque claramente quiere provocarme, probar un punto sobre algo de la discusión que no recuerdo, pero lo único que está logrando, es enfadarme.
—Amigo, te daré lo que quieras por cinco minutos a solas con esa mujer.
—Suficiente—gruño enfurecido. Me importa una mierda quedar al descubierto frente a los demás, solo quiero castigarla.
Me levanto rápido, sorprendiéndola, la tomo de las piernas y la cargo al hombro como si fuera un saco de papas. Me vale mierda que patalee, grite y me golpee la espalda, que mis amigos griten y las uñas de Lia en mi espalda, solo subo con ella las putas escaleras.
