¡Primer libro de la serie Amores que Sanan! Versión 2021.
Con un padre y hermano alcohólicos, Lia pasa su vida trabajando para saldar sus deudas y se prepara para saldar la siguiente en un reluciente bar de Santa Mónica.
Rodeada de personas con din...
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El video se reproduce una y otra vez en mi mente haciéndome saber que siempre estuve en lo correcto. Supe desde el principio que mi hermano sería un problema y si la ley no tuviera tantos huecos, todavía continuaría en prisión, Camille estaría en un centro psiquiátrico y las órdenes de restricción tendrían más vigencia y más valor del que realmente tienen.
Es irónico cómo vas a denunciar que atentaron contra tu vida y un grupo de personas decide que lo único que pueden hacer por ti es darte un pedazo de papel para protegerte. Nada más.
Si las leyes fueran más fuertes, nada de esto habría sucedido. Llevo días repletos de malos pensamientos que me han agotado a un nivel que ni siquiera puedo describir.
No he logrado dormir, llevo horas despierta bebiendo café para mantenerme lista mientras con familiares y amigos hemos salido a buscar a Camille y a mi hija por toda la ciudad sin tener avances. He pegado fotografías de mi bebé por cada calle a la que pude llegar, los medios de comunicación también la han puesto en circulación e incluso le han pedido a Camille que termine con todo esto y se entregue de una buena vez aunque ella ha hecho caso omiso, por supuesto.
Ahora veo una y otra vez el video donde sostiene a mi hija junto a su pecho caminando con mi hermano al lado. Solo se ha teñido el cabello y con eso puede caminar con tranquilidad por la calle sosteniendo a un bebé que no es suya.
He visto tantas veces esos quince segundos que ya hasta me sé la secuencia completa.
—¿Hay noticias?—pregunto a Brennan luego de que cuelga la llamada.
Lleva días tratando de conseguirme al menos unos minutos con mi padre. Si bien es un ex policía y tiene ciertos privilegios y conocidos, le ha costado conseguir información sobre mi padre ya que tuvo que ponerse en contacto con los mandatarios de la prisión donde se encuentra.
—Tenemos cinco minutos, solo hoy así que deja eso y vamos—dice acelerado. De inmediato dejo las fotografías de mi bebé, tomo mi bolso y móvil y salgo de la casa seguida de él subiendo al mismo coche. Me coloco el cinturón de seguridad cuando salimos a la carretera donde en serio soy consciente de que estoy a punto de ver a mi padre después de todo lo que me hizo.
Sé que se encuentra a las afueras de la ciudad y que es de máxima seguridad. Al menos tengo la certeza de que él continúa ahí ya que fue acusado de la muerte de mi madre por la cuál también está en espera de juicio además del intento de homicidio en mi contra.
Llevo tantos días pensando demasiado que últimamente no tengo nada en la cabeza. Cada que tengo unos minutos a solas solo dejo la mente en blanco para así darme un descanso ya que ha sido imposible para mí poder conciliar el sueño estos días.
Regresar a casa por completo sola, recostarme en una cama vacía no me ha hecho bien cuando intenté pegar un ojo a las pocas horas en que mi hija desapareció, y enloquecí, lloré, grité, maldecí a la perra que se llevó a mi hija y grité tantas obscenidades que terminé por convencerme de que no sería capaz de dormir sin tener a mi familia al lado. Además, al otro lado de la cama, ese espacio vacío, me gritaba a cada rato que necesitaba a Hudson conmigo por lo que no lo intenté de nuevo.
