¡Primer libro de la serie Amores que Sanan! Versión 2021.
Con un padre y hermano alcohólicos, Lia pasa su vida trabajando para saldar sus deudas y se prepara para saldar la siguiente en un reluciente bar de Santa Mónica.
Rodeada de personas con din...
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Todo se vuelve un maldito caos. Lia grita a todo pulmón que soy un hijo de puta por embarazarla, me ha rasguñado, gritado, pedido a gritos por un poco de morfina aunque sea para mitigar el dolor pero entonces llega Kiran y todo se torna peor, principalmente porque la abren de piernas en la habitación y gritan que está a un centímetro de poder tener un parto normal cosa que la pone como loca porque todavía no le han dado su droga.
—Dijiste que si la pedías te dijera que no porque... —me voltea la cara de una bofetada.
—¡La quiero y la quiero ahora!—me grita con los ojos invadidos de lágrimas.
Me masajeo la mejilla, realmente pega duro cuando está enfadada y ahora lo está, sumándole lo asustada que se encuentra. La miro y se retuerce en la cama, no deja de preguntar por su madre y no sé qué sucede en casa porque no tengo intensiones de abandonar esta habitación.
En esta situación me arrepiento no haber comenzado con las clases prenatales antes porque no sé cómo hacer que se sienta mejor, no sé cómo ayudarla así que hago lo que hacía en casa masajeando su espalda baja lo cual logra calmarla un poco, al menos cuando las contracciones pasan.
—Me duele mucho—gimotea—No creo poder...
—Lo estás haciendo de maravilla—susurro quitándole el cabello de su rostro el cual se pega debido a su sudor. Me siento un inútil de mierda al verla tan adolorida y rezo para que ese maldito centímetro que queda dilate con rapidez.
Pasa una hora y nada. Continúan con los fluidos, tratan de mantenerla tranquila pero las contracciones son cada vez peor aumentando los gritos, el llanto y el pánico en sus ojos.
—¡No puedo hacerlo sola!—llora presa del dolor.
—No estás sola en esto, cariño.
Ella niega con su cabeza. Las lágrimas ruedan por sus mejillas, está tan intranquila que se aferra a mi brazo con fuerzas dejando sus uñas clavas en mi piel.
—Necesito a mi mamá... quiero a mi madre o alguien... necesito a alguien—llora aferrada a mi piel.
Su discurso me lleva a cerrar los ojos, me duele tanto la soledad que carga su alma pues siempre ha estado sola, sin embargo el que lo haya estado no significa que no haya necesitado nunca de su madre.
La admiro tanto que el simple hecho de saber que ha pasado casi toda su vida sola y aún así no es una mala mujer me lleva a besar su frente jurando que juntos o separados, jamás dejaré que se vuelva a sentir igual.
La abrazo con todo lo que puedo dejando que llore sin dejar de masajear sus zonas adoloridas. Por la siguiente media hora la veo sufrir y estoy a punto de gritarle al imbécil de Kiran cuando ingresa con una ridícula bata rosa puesta, guantes esterilizados y una sonrisa en su rostro.
Es un niño, es mucho más joven que yo sin embargo su inteligencia lo llevó a donde está y justo por eso es mi amigo.
—¿Qué cuenta la familia McMurray?—pregunta como si no tuviera a mi mujer abierta de piernas y estuviera a punto de verle hasta el alma.
