Capítulo 23

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Estaban sentados, cada uno con una taza de té entre sus manos y Rose no encontraba las palabras adecuadas para su disculpa. No estaba preparada, no se imaginó ver tan pronto a Stephen.
Diciéndose que de seguro el tenía muchas cosas que hacer y estar sentado tomando el té con ella debería estar aburriéndole decidió ser honesta.

- Stephen, quiero pedirte disculpas por todos los momentos difíciles que te he hecho pasar desde tu regreso a Londres. Te puedo asegurar que a pesar de lo ocurrido ultimamente no soy de aquellas que se meten en problemas con tanta facilidad. Estoy agradecida por tu ayuda aquella noche tan infeliz en la que me ayudaste encontrando un camino seguro y además has guardado absoluto silencio ante mi hermano. Gracias por escucharme anoche. Me gustaría tanto ser una amiga tuya y prestarte mi ayuda en algo realmente significativo para ti, pero al parecer sólo he logrado ser una piedra en tu zapato.
He hablado con mi hermano y mi madre, te aseguro ellos han entendido mi razón para bailar el vals anoche, no esperan nada mucho menos un anuncio, saben que sólo se trató de una locura mía. Y como dije antes normalmente yo no soy así ¿me podrás disculpar por todo? Pretendo mantenerme alejada de ti a partir de hoy, no tendrás que preocuparte por tener que salvarme o escuchar mi parloteo de nuevo.

Rose paró de hablar para no seguir con el parloteo que justamente estaba prometiendo no volver a tener. Sinceramente no entendía como es que había complicado tanto la relación con un amigo de su hermano. Decir que estaba mortificada era quedarse corta.

- Rose no me debes ninguna disculpa.

Con la elegancia que lo caracterizaba Stephen se puso de pie y se acercó al sillón donde estaba sentada. Tomó asiento a su lado y cogió su mano. Rose estaba segura que las doncellas que se encontraban al fondo de la sala estaban mirando todo y si ella hiciera alguna señal se acercarían e impedirían cualquier avance no deseado por parte del duque.

- Pero dime Rose
¿por qué no habías bailado el vals antes?

Rose sabía que tenía la cara sonrojada, toda la situación se había salido de control y sentía su corazón latir demasiado rápido. Se suponía que debía disculparse y él debía disculparla, se tomarían el té y hablarían del buen clima. Eso era lo adecuado, Stephen tenía que saber que eso era lo adecuado. ¿Dónde estaba su madre? A éstas alturas ya debería saber de la llegada del duque a la casa y se esperaría que estuviera con ella para no dejarla sola con un caballero soltero. Pero nada era lo que debería ser y ella definitivamente no tendría que dejar a Stephen tomarse tantas libertades aunque se sintiera tan bien que tomara su mano y la mirara con esa intensidad. Algo le había preguntado ¿qué era? Estaban hablando del vals, de eso trataba todo. Respirar profundo mejoraría el ritmo de su corazón se dijo, pero lo único que logró fue sentir su corsé más apretado a lo acostumbrado y  Stephen terminó mirándole los pechos, no podía estar pasando esto.

- Yo no había bailado el vals con nadie hasta ayer. Era una cosa que me propuse hacer sólo con mi prometido. Me pediste un baile, cuando me di cuenta era un vals y como ya había decidido que lo del matrimonio no sería en esta temporada decidí bailar. No me imaginaba el revuelo que causaría.

Aclarándose la garganta para continuar estaba a punto de volver a respirar profundamente pero dad la mirada que obtuvo antes decidió que lo mejor sería levantarse y buscar su abanico.

- ¿Creo que hace mucho calor aquí verdad? —dijo al tiempo que se puso de pie.

- La verdad es que no. ¿Te encuentras bien? Estás un poco sonrojada — Stephen se acercó a ella y de pronto tenía un brazo fuerte al rededor de sus hombros y estaba llevándola nuevamente al sillón. Con una velocidad inaudita Stephen se quitó los guantes para comenzar a tocarle la frente y las mejillas. Ese fue el preciso momento que eligió su madre para entrar al salón.

Casi perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora