Capítulo 26

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Rose tenía una relación amor - odio con el espejo. Por un lado siempre le mostraba sin piedad aquella nariz que tanto le incomodaba y al mismo tiempo era el único modo de verse realmente como era, sin filtros, sin palabras o frases bonitas para suavizar u obviar decir algo sobre su nariz. Cuando alguien la conocía siempre alababan sus ojos, que eran muy bonitos, de un verde maravilloso o que su piel no tenía imperfecciones, de un tono claro, pero que no llegaba a la palidez debido a su vida en el campo y su cabello era de un rubio que muchas envidiaban; pero nadie decía nada de su nariz o nadie lo decía en su cara. Los casos en los que aquellos admirados de sus lindos ojos luego cuchicheaban sobre su nariz no eran pocos y ser apodada "casi perfecta" era la cereza del pastel. Se preguntó cómo la miraria Stephen y la vergüenza por su comportamiento con él le hizo ocultar su rostro con las manos. A estas alturas debería pensar que era una muchacha de campo tonta que no podía soportar un coqueteo inocente. En Londres todos coqueteaban era algo normal. Se suponía que Rose debería saber llevar un coqueteo a estas alturas de la temporada.
Volviendo a su reflejo pensó que si no fuera por su nariz ella bien podría haber sido la "incomparable" de la temporada. Y si ella tuviera un poco más de confianza podría coquetear con Stephen sin perder la compostura y sin llegar a estar al punto del desmayo.
Si su madre no hubiera llegado interrumpiéndolos puede ser que Stephen le habría besado o eso pensaba ella. Si eso sucedía ¿qué hubiera hecho ella? Desmayarse y terminar de avergonzarce frente a uno de los hombres mas guapos y el mejor partido de la temporada. Aunque lo más probable fuera que Stephen no estuviera pensando en besarla, después de todo era un caballero y estaban en su casa con dos doncellas como carabinas y él no querría ser atrapado en una situacion como esa con la hermana de un amigo. Robert se volvería loco si se enteraba de algo así. ¿Exigiría que se casara con ella? Ante ese pensamiento Rose supo que estaba pensando demasiado las cosas. No había pasado nada entre ella y Stephen, además ella había decidido no casarce hasta encontrar a su amor. Stephen no era su amor, el era un amigo, un amigo muy guapo y jamás hubiera pensado ser amiga de un hombre como él pero sus caminos se enredaron sin querer por lo que sí ellos eran solamente amigos.
Él había prometido ayudarla con sus planes en la casa de acogida y ella confiaba en su palabra. Ya tenía una idea respecto a lo que deseaba hacer, sería un proyecto muy ambicioso pero si la duquesa lo aprobaba sabía que podrían llevarlo a cabo. Esperaba que la duquesa no se dejara influenciar por los chismes que ya habría escuchado de ella y Stephen.
Un toque en la puerta la llevó a detener sus pensamientos para leer una nota entregada por su doncella justamente de la mujer de sus pensamientos. La duquesa viuda la invitaba a tomar el té al día siguiente. Por lo menos agradeció que la invitación no hubiera llegado más temprano con una invitacíón para ese día, tenía que aclarar sus ideas.
Su madre preocupada por su estado de salud cuando la vió pálida y a punto de un desmayo pidió un doctor el que alegó sus síntomás a un cansancio por el excesivo ritmo de la temporada por lo que ese día se dispuso descansara. Con el camisón puesto y el cabello cepillado volvió a sentarse frente a su querido y no tan querido espejo evaluando esta vez más abajo de su tan inadecuada nariz. Una dama dormía con un camisón abotonado hasta el cuello pero lucía trajes con escotes más o menos pronunciados según la ocasión durante el día. Cuando estuvo con Stephen su vestido tenía un escote cuadrado nada fuera de lo normal para la temporada y ella tenía unos decentes pechos. No eran tan pronunciados como los de Margaret pero tampoco eran planos como otras damas de la temporada. Stephen se había fijado en ellos de eso no tenía dudas, entonces quizá él sí había querido besarla y Rose en su interior sabía que ella también lo hubiera deseado.
Suspirando como lo había hecho en la sala se dio cuenta de la razón por la que la mirada de Stephense desvió a sus pechos. Con el vestido tan ajustado como los que ella usaba bien podría parecer que sus pechos crecían y se saldrían en cualquier momento por encima de su escote. Quizá debería usar esa información como un arma en su muy limitado arsenal de coqueteos pero no había forma de que ella fuera tan descarada frente a algún pretendiente. Quizá lo debería usar sólo con Stephen para lograr un beso.
Con las mejillas sonrojadas ante sus propios descabellados pensamientos decidió dejar de pensar en pechos, besos, desmayos y en duques.
Fue hasta su escritorio y sacó de uno de los cajones una libreta empastada hecha especialmente para ella, tomó una de sus plumas favoritas, ambos objetos eran regalos de su querido padre, sumergiendo la pluma en tinta comenzó a escribir sus planes para los niños y niñas en la casa de acogida. Si tenía mucha energía bien podría usarla en cosas productivas.

Casi perfectaWhere stories live. Discover now