Capítulo 31

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Un puño directo en el estómago no era una buena manera de empezar el día. Stephen buscó dónde sentarse e intentar respirar mientras un compuesto Robert le miraba retándolo a devolver el golpe. No iba a caer en esa trampa. En una lucha cuerpo a cuerpo no ganaría, Robert era aficionado al boxeo, él solo hacia un ejercicio básico de remos y su afición era viajar.

- Sabes Robert, a los duques no se nos golpea tan temprano en la mañana. — Si Stephen adivinaba su encuentro con Rose ya era de conocimiento de su amigo.

- Solo te di lo que merecías, termina de vestirte hay algo que tengo que contarte  te espero en tu estudio. — y sin más Robert se fue.

Tan confundido e intrigado como estaba  no tardó mucho en bajar y reunirse con Robert quien miraba por una ventana hacia la calle y parecía llevar sobre sus hombros todos los problemas del mundo.

– ¿Qué es lo que está pasando? Conversar con tu hermana en las circunstancias de ayer fue realmente inapropiado pero mis intenciones son claras y mi comportamiento fue digno de un santo.

Por lo menos eso hice reír a Robert. El lo había dicho muy en serio tener a Rose tan cerca y no poder besarla había sido una tortura y la visión de ella en camisón lo persiguió hasta en sueños. Un golpe en la puerta y una bandeja llena fue dejada en una mesita. Sea cual fuera el problema no lo resolverían con el estómago vacío.

- ¿Y bien? –preguntó

- Rose estará esperándote hoy para tu oferta de matrimonio. Pueden ir al baile que tenían programado y anunciarlo. ¿En cuánto tiempo crees que se puede organizar la boda?

Robert estuvo a punto de escupir el té que estaba tomando.

- ¿Te volviste loco? ¿Porqué tanto apuro ahora por esta boda? Te recuerdo que hace poco tuvimos un duelo por esto. ¿Y cómo reaccionó Rose a tu idea?

Eso era lo más importante. Si Rose estuviera entusiasmada el buscaría una licencia especial pero ayer no parecía lista para la lanzarce a sus brazos.

- Bueno, ella trató de explicarme que lo de anoche no fue nada grave, pero, le hice saber que tú responderías como el caballero que eras. ¿Acaso ya no quieres casarte con ella?

- Claro que quiero casarme con ella. Y lo haría mañana mismo si tú hermana quisiera pero no es el caso. La invité al baile que mencionas justamente para comenzar a cortejarla.

- No hay tiempo para eso. – Robert pasó sus manos por su rostro en una clara muestra de desesperacion. Stephen estaba ahora preocupado.

- ¿Robert que sucede? Habla claro.

- Bien. Lo que te voy a contar es un secreto que he podido mantener pero no sé cuánto más pueda y si sale a luz destrozará a mi familia.

Durante los siguientes minutos Stephen escuchó sorprendido una historia de amor y mentiras llevada a cabo por años. El viejo conde había llevado una doble vida, en una de sus propiedades más alejadas tenía una amante con quién había tenía tenido otros dos hijos, hombre y mujer, cuyas edades no distaban mucho de los hijos tenidos con la condesa. Cuando iniciaba la temporada en Londres el conde viajaba y vivía con ellos. Eso explicaba mucho de lo poco conocido que era en la cámara, aunque algunos lo recordaban dando su voto a causas a los menos favorecidos. Con una historia como esa nada podía darse por sentado y deberían tomarse todo el tiempo para constatarla antes de hacer cualquier cosa. Y Stephen no iba a permitir que un escándalo hiciera daño a Rose, mucho menos impediría su matrimonio con ella.

- ¿Has verificado la historia? Bien podría ser un intento de sacarte dinero.

- Registros de nacimiento, todo firmado. Creo que mi padre hubiera asegurado todo para ellos si no hubiera muerto en ese accidente. Yo corté su manutención cuando me enteré, aunque no sabía que se tratara de toda una familia sino de solo una amante. Avisé de su muerte y envié un dinero que permitiría subsistir a una amante.

Stephen podía ver el sufrimiento de su amigo. Enterarse de algo así no debía ser fácil. La condesa contaba una gran historia de amor y las pocas veces que los vio juntos se veían enamorados.

- Y si lo vieras te darías cuenta sin papeles que es su hijo. Es su vivo retrato. – El dolor en esas palabras fue evidente. Quizá porque esa era la descripción de muchos al conocer a Robert. El vivo retrato del conde. – A la hija no la conozco pero me dicen que es una auténtica belleza. Y ahí es donde viene el problema.

- No entiendo

- Ella odia a Rose, solo Dios sabe porqué, y ha jurado que vendrá a Londres y se convertirá en la mayor fulana conocida y dirá a quien quiera escuchar los detalles de su vida. Te imaginarás el escándalo que se armará. Rose no podrá casarse luego de eso.

Ese era el problema. Ninguna familia permitiría un matrimonio así. Y el escándalo no acabaría si esa hermana seguía presente siendo la amante de alguien. Y si era hermosa y con la educación que debió llevar no le faltarían amantes.

- Tenemos que detener esto. No podemos permitir que eso sucede. ¿ Dónde están? ¿Les ofreciste dinero para irse? A las colonias si fuera necesario.

- Fue lo primero que se me ocurrió pero el hermano de ella se ha desentendido del todo. Se ha ido a las colonias justamente y me ha dejado a su hermana para que yo me ocupe de ese problema. Está en una de las casas en las afueras y ya ha intentado a escapar. Creo que bien podría meterla en uno de esos conventos católicos. Sé que si pagas bien no la dejaran salir nunca.

Stephen no dudada de la efectividad de esas prisiones pero no creía poder vivir tranquilo con una decisión así y el rostro de Robert mostraba su culpa por tan siquiera pensarlo. Otro detalle es que en ningún momento se había referido a ellos como SUS hermanos. Los resentimientos venían de ambos lados. Y su Rose estaba en medio de todo este drama sin saberlo.

Casi perfectaWhere stories live. Discover now